viernes. 29.03.2024

Los tiempos (o las ciencias) adelantan que es una barbaridad. La ciudad de Cartagena, que vio estrenar el estadio de El Almarjal el 19 de septiembre de 1925 en la visita amistosa del Valencia CF, ganador por 1-4 con Amadeo bajo los palos locales y sin tener su mejor actuación, con 4.000 espectadores aquella jornada, vio estrenar sesenta y tres años después y sin ceremonia inaugural, el estadio Cartagonova, que a su vez 29 años más tarde, este domingo día 15 vio cambiar totalmente su terreno de juego. Es el del nuevo césped natural, instalado con nuevas técnicas, impensables hace menos de medio siglo.

El del Almarjal siempre fue un campo de fútbol permanentemente amenazado por las lluvias que indefectiblemente estaba en riesgo de inundaciones (culpable la rambla de El Hondón). Después al Hospital del Rosell, en tiempos del alcalde Federico Trillo-Figueroay Vázquez, le iba a suceder igual, soportando las avenidas de agua de tarde en tarde. Una simple y modesta lluvia era capaz de dejar impracticable para el fútbol el Almarjal en pocos minutos. Por ese motivo en sus más de sesenta años de servicios el viejo estadio sufrió infinidad de aplazamientos de partidos. Recuerdo una visita del Yeclano que se suspendió porque el nivel alcanzado por el agua se situó a un palmo de los largueros de las porterías. Un caso extremo que dio trabajo a los bomberos y a las zodiac que aportaba la Marina de Guerra (hoy la Armada).

Entonces  cualquier atisbo de llovizna dejaba el rectángulo convertido en un lodazal. No exagero. Una tarde de aguacero Federación autorizó al árbitro, inmediatamente por teléfono y sobre la marcha a 'trasladar' un partido anunciado para las 3,45 de la tarde, sin comenzar, desde el Almarjal al campo de Los Juncos. Fue en un Cartagena-Almansa en tiempos del  coruñés 'chato' Norberto Amaro, el tío del madridista Amancio. Hubo goleada por todo lo alto. Yo, un chaval, lo presencié todo,  boquiabierto y con los pies remojados.

El vasco Pepito Olivares,  el que mejor jugaba en un embarrado terreno del Almarjal entre los años 50 y 60

Uno de los pocos futbolistas con capacidad para jugar a la perfección en esas espèciales circunstancias era el medio volante bilbaíno Pepe Olivares, un zocato de muchos kilates, de una alta calidad que se las ingeniaba para poder mover el balón en el barro, en 1959-1960, incluso con dribling a la carrera, saliendo de los charcos. Olivares  era de dominio público que "no se cuidaba demasiado" y su brillante estela profesional duró poco y regresó al Bocho, tal vez a su Indauchu, sin remontar como futbolista. 

El avance de los tiempos, el progreso nos regala por la sensibilidad de políticos y gestores como Paco Belmonte, este domingo 15 de octubre de 2017 un nuevo terreno de juego en el estadio Cartagonova, espero que de 5 estrellas. El anterior del Almarjal, hacia la década de los 50 a 60 solo tenía un cuidador, Luis, alicantino del barrio de Benalúa, un ex minero tocado por la silicosis, en grado no severo (se supone, pero tocado de todas maneras) y que había trabajado en la sierra de La Unión y Cartagena. Lo recuerdo perfectamente. Hablé muchas veces con él en algunas de mis espontáneas y clandestinas tardes haciendo ‘novillos’ en los estudios y  fumando algunas clases de la Academia de Don Clemente, frente al actual Icue, que aún no había nacido en bronce. Don Clemente, excelente profesor, preparaba peritos industriales o facultativos de minas, cuando el fútbol podía más que mi voluntad. Yo, ya se ve, confeso traidor intermitente por enemistad con algunos libros demasiado áridos y pecador juvenil siempre por el fútbol, que me sigue quebrando. Sin descargo de mi maldad, servidor no era el único  en hacer fulla y Tato Pomares, exjugador del Naval, y Pepe Sánchez Macías 'el de cafetería Puerto Rico, con otros, no me lo negarán. Y no podría negarlo obviamente, al estar fallecido, Alfonso Pulido, futbolista  amateur y gran persona.

Un exminero alicantino cuidaba del césped del Almarjal con una pequeña segadora, una hoz y un rulo

El amigo Luis, empleado seguramente por horas o quién sabe si a destajo, que lucía un pequeño bigote y siempre trabajaba con gorra en el Almarjal con sol o sin sol, manejaba una hoz para segar la hierba, además de una máquina movida a mano y un pesado rulo para ir igualando y poder acabar con los baches. Al bueno de Luis, que no solía hablar demasiado de fútbol, le ayudaban de vez en cuando los hijos varones de Gregorio Escudero, el conserje de aquel estadio que tenía su pequeña casa en el mismo recinto. Uno de sus hijos, Juanito, el que más curraba con aquel castigado césped, con el tiempo fue delantero centro de Tercera División (en La Unión, en el Jumilla) y hace pocos años se jubiló como autónomo en un puesto de venta de frutas y verduras en el Mercado de Santa Florentina. Ahora, ya mismo, el estadio Cartagonova, acicalado, se reconforta y puede sacar pecho gracias a unos sofisticados trabajos, bien planificados y sin fallo en el tiempo invertido, acorde con la modernidad para que los futbolistas puedan jugar en la ‘alfombra’ con comodidad (si los dejan los rivales) y dando lo mejor de sí, y  todo para que nosotros lo veamos desde la grada. Gracias a la voluntad de todos los que lo han hecho posible. Sin tener que esperar la finalización de obras interminables por muy malas gestiones, tan al uso en nuestro querido territorio municipal, también en el ámbito del deporte: Piscina municipal cubierta y Palacio de los Deportes, campeones en la demora.

Pero sí, hoy todos estamos de enhorabuena.

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Arriba, el Cartagonova y con nuevo césped. Abajo, el terreno del Almarjal en una tarde de lluvia en los años 60, en imagen publicada en el libro "Del Almarjal al Cartagonova", en 1988.

Del embarrado césped del Almarjal a la nueva 'alfombra' del Cartagena
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