jueves. 28.03.2024

Sin miedo escénico en el Cartagonova

El debate, creo firmemente, no es si la afición que acude al estadio Cartagonova en número entre 6.000 a 7000 espectadores de media es cicatera y se lo piensa demasiado en batir las palmas y animar a su equipo, estimulándolo en todo momento. Se habla de un presunto ‘runruneo’ en las gradas cuando comienzan a dibujarse errores, dudas o desajustes en el rectángulo por los de la camiseta blanca y negra. Se critica que en el minuto 10, por ejemplo, ya se puedan escuchar los primeros gritos críticos (éstos sí que serán de solo veinticinco descontentos exigentes de la especie ‘mosca cojonera’) pero se magnifican esos mínimos pitos tal vez esperando que la afición, con su alma en su armario, sea una afición plana, robotizada con obligación a tragar sapos, cuando ha sido ella la que ha sacado muchos encuentros torcidos adelante y sacando del bache a los jugadores en fases de juego de asfixia ante unos rivales crecidos, aunque inferiores. Por favor.

Pocas aficiones hay en España como la de Cartagena en cuanto a sufrir desaires por el fútbol en el recuento de medio siglo de historia. Hay montones de promociones de ascenso fallidas entre el Almajal y el Cartagonova. Lo ideal aquí y en Pekín es disponer de unos incondicionales seguidores al 100% que animen siempre, pero esta figura ya no se da y son los equipos, con sus conductas, los que se abrazan por inercia al miedo escénico que solo se destierra con la abierta pelea de los profesionales en el terreno de juego. Otra cosa es que no se acierte sobre el verde, pero jamás por no implicarse de verdad. Y ahí también en entra en juego el aspecto psicológico y el físico, temas que influyen que son del estricto régimen interno de los clubes, de la propia cocina, cuestiones de las que la mayoría somos legos.

La afición del Cartagonova sabe premiar de sobra los esfuerzos y nunca ha sido injusta ni desproporcionadamente exigente con futbolistas que han dado la cara en los malos momentos, aunque no les hayan salido bien las cosas jugando. No se trata de fomentar la crítica exacerbada al primer fallo. Hagamos algo para que se juegue sin miedo escénico, pero sin obsesionarnos con los ‘runruneos’ que brotan por impulso.

Sin miedo escénico en el Cartagonova
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