sábado. 20.04.2024

La mala suerte de José Miguel Campos y el blindaje de Monteagudo

Se ha extendido, tal vez demasiado, el relevo de entrenadores en el grupo IV de Segunda B, como tabla de salvación de los que han tomado la drástica medida en busca de solucionar problemas y apagar los fuegos de las exigencias. A once semanas para la finalización de la Liga, esto es con 33 puntos aún por disputar por equipo, el último técnico en caer ha sido José Miguel Campos. En el UCAM Murcia CF no han tenido paciencia franciscana, aunque en Los Jerónimos impera la catolicidad que está en sintonía con el ideario de la casa. Creo que la determinación no ha partido de Pedro Reverte. Pura intuición. El lorquino Reverte es de los que valoran el trabajo y las circunstancias, por encima de las presiones.

Cuando los resultados se tuercen  todo el mundo sufre amnesia súbita y se olvida de la hoja de servicios del entrenador que al final será despedido para aguardar un revulsivo que nunca está garantizado. Ya apenas quedan entrenadores fijos a ultranza, ‘fijos de obra’ que se decía de los trabajadores de la construcción cuando los sindicatos verticales del ministro franquista José Solís, que tenían garantizada su faena desde los cimientos del edificio a la puesta del último azulejo. Perdón hay una excepción que confirma la regla: Alberto Monteagudo disfruta en Cartagena de un gratificante seguro de vida profesional en el banquillo que no se lo salta un galgo. Es una situación especial y es porque su apego al cargo va unida como la sombra al cuerpo. El dueño Belmonte (en las antípodas de Paco Gómez ‘El Paloma’) un día abrazó el modelo inglés de dar largo carrete al encargado de conducir su equipo desde la estrategia, y el preparador albaceteño, con innegables buenos números en general desde que llegó añ Cartagonova, pero también con un nutrido coro crítico,  va esquivando los baches y no cae en el agujero negro en el que han caído otros entrenadores como dos del Extremadura (que ha manejado hasta tres técnicos desde el verano, el último de ellos Martín Vázquez).

JM Campos vuelve a seguir viendo fútbol por un tiempo, ya sin responsabilidad ni el nudo de los nervios en la garganta. ¿Cuánto podría sufrir el mazarronero en el 'Artés Carrasco' el pasado fin de semana, en el escenario de sus éxitos anteriores? El pésimo partido de su UCAM Murcia le llevó a un despido cantado. Es lo que se lleva.  Campos ha entrado en la madurez de su carrera y ya le han ocurrido cosas y cosas en el mundo que mejor conoce, el de la Segunda B. Sufrió una de las peores etapas en el Jaén (2010-2011), hundido económicamente el club aceitero, cuando el gremio de taxistas se ofreció a transportar gratis al equipo en los partidos de fuera porque no había un euro en la caja jiennense. Nadie se acuerda de la campaña de Campos en el Baza, equipo que debutaba en 2B, ni de sus éxitos en La Hoya Lorca (en 2013-14, 2º clasificado y a la fase de ascenso con el brócoli por bandera con Alberto CIfuentes parando lo imparable). Anteriormente, 5º clasificado en el Murcia B en 2008-2009, en Segunda B, ya con su inseparable amigo Manolo  Requena De la Dueña, natural de Cabo de Paloscomo segundo de abordo, hasta hace poco, y enseguida salto al Murcia de Segunda para relevar accidentalmente a Javier Clemente, en la etapa placentera y acomodada del vasco ex seleccionador nacional, jugando al golf en La Manga para olvidar los problemas de los grana.

  El currículo no sirve, o no vale  demasiado, papel mojado cuando se antepone el fácil recurso de echar a la calle al responsable, lo que en la mayoría de casos no está justificado ni es la panacea.

Monteagudo puede felicitarse por la situación que le protege con un blindaje que no es moneda corriente. Hay que desearle suerte pero, sobre todo, que acierte más que desafine, de aquí a final de campaña.

La mala suerte de José Miguel Campos y el blindaje de Monteagudo
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