martes. 16.04.2024

Transistores

Los transistores fueron los mejores amigos de los futboleros en nuestro país durante muchos años. Aún queda alguno vivo (transistor, no los futboleros)

Recordaré toda la vida la clásica imagen de una persona mayor y su transistor pegado a la oreja. Lo más divertido era que podías escuchar lo mismo que el dueño, pero no había que protestar por el volumen. Lo importante era la retransmisión. Llevar un transistor en el hombro, o en las manos, era una imagen normal en nuestras calles. Información rápida y directa, toda la emoción del fútbol en segundos. Luego los negros y raperos los sustituyeron por enormes reproductores de volumen descontrolado. Ahí acabó todo.

¿Por qué hablo de ellos hoy? Ayer perdimos y tenía que distraer la atención. Llega la tragedia a la mente del aficionado medio, una vez más, y hay que hacer algo… En realidad, la cuestión que me inquieta, es la imposibilidad de ver los partidos fuera de casa y tener que seguirlos por la radio. No soy amante de las transmisiones radiofónicas, tengo que decirlo, pero valoro el trabajo de los que se preocupan por hacerlo. Los nervios te corroen por dentro.

La semana pasada leí una columna, de un tal Guillermo Montoya, que decía que la Segunda B es muy traicionera y que después del partidazo con el Marbella, no estaba el equipo ascendido. Acertó. Ayer derrota, habrá más, y los cantos de sirena volvieron a sonar. Los transistores nunca se quedaban sin pilas, al igual que los discursos destructores. En polaco tienen una palabra que les hace mucha gracia cuando la utilizas bien: katastrofa! Es ley de vida, es el fútbol.

La moraleja de los ingeniosos aparatos eléctricos, cuya antena extendida era un elemento fundamental para su funcionamiento, es que todo cambia, todo evoluciona, aunque necesita su tiempo. Y el fútbol también. Llegará el momento. Y cuando llegue, lo sabremos. Y cuando llegue, tenemos que estar preparados.

Espero que los queridos lectores recuerden hoy a sus abuelos, padres, tíos, vecinos y un largo etc. Ellos y sus locos cacharros no inyectaron la pasión por el fútbol. Gracias.

 

 

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