3 de diciembre de 2013, 17:49
Pepe Monerri se habría realmente sorprendido de la repercusión que ha tenido su muerte, así como del reconocimiento público que, tras ello, se ha hecho de su vida. En la memoria de su familia nos queda el enorme cariño y respeto con el que se ha recordado su devenir particular y profesional, inseparable, para nosotros, de su innegable pasión por entregarse en el día a día, con sencillez y sin excepciones, a todo lo que le rodeaba, a su ciudad y a personas en las que veía su dimensión humana y no su cargo o su fama.
Así supimos de Pilar, la mujer que luchó para que sus recuerdos y notas formaran parte de la Historia de Cartagena y de sus gentes; de Arturo, al que cogíamos el teléfono en casa y que, sin olvidarle nunca pese al paso de los años, preguntaba por él para contarle sus peripecias en medio mundo, enfrascado en sus guerras o en sus proyectos literarios; de decenas de compañeros suyos, sin distinguir medios, veteranos y novatos entonces a los que vio empezar en la profesión a la que tanto amaba lidiando entre maquetas, micrófonos, cámaras de fotos, máquinas de escribir antiguas y ordenadores en los que se dejaban la vista en jornadas interminables de trabajo por “cuatro duros”.
Y sobre todo de Antonio Sáez y sus amigos de 'peña' con los que, igual que hizo con los imberbes del 'colectivo' Frente Watussi, callejeó por los rincones de su ciudad hasta que tuvo fuerzas y que, como tantos otros, le han acompañado hasta el final. De corazón, gracias a todos.
Fdo. Famila Monerri Pedreño.
