7 de agosto de 2010, 2:00
La ilusión es caprichosa de por si. No necesita ningún motivo para aparecer, y normalmente se auto-alimenta, es decir, cualquier pequeño detalle sirve para aumentarla – si alguna vez han estado enamorados sabrán a lo que me refiero. Pues bien, tenemos a una afición enamorada de su equipo, con ganas de ilusionarse y de repetir, si no mejorar, la campaña anterior.
El partido del Almería supuso una buena inyección de moral para los aficionados. Pero en la primera parte contra un Caravaca lleno de viejos conocidos – como Campillo o Caballero – tiró por tierra todo lo levantado contra los andaluces. En un partido trabado, un Cartagena inoperante fue incapaz de crear peligro. Así lo vio el dueño del club, Paco Gómez, semi escondido y así lo vieron los futbolistas del Granada junto a un Fabri González que casi no ha dado señales de vida por más que le hemos buscado entre los árboles y arbustos de La Manga Club.
Pero hemos dicho que estábamos enamorados, así que cualquier pequeño motivo nos vale. Como una entretenida segunda parte, por ejemplo, en la que se deshizo el empate merced a una jugada de los, paradójicamente, dos jugadores más retrasados: la peina Pablo Ruiz y remata Mariano. O como las eléctricas apariciones por la izquierda de Botelho, que tiene todas las papeletas para convertirse en la nueva musa de la afición.
Qudémonos con estos detalles y alimentemos la ilusión, porque siempre será mejor vivir enamorado que enajenado.
El partido del Almería supuso una buena inyección de moral para los aficionados. Pero en la primera parte contra un Caravaca lleno de viejos conocidos – como Campillo o Caballero – tiró por tierra todo lo levantado contra los andaluces. En un partido trabado, un Cartagena inoperante fue incapaz de crear peligro. Así lo vio el dueño del club, Paco Gómez, semi escondido y así lo vieron los futbolistas del Granada junto a un Fabri González que casi no ha dado señales de vida por más que le hemos buscado entre los árboles y arbustos de La Manga Club.
Pero hemos dicho que estábamos enamorados, así que cualquier pequeño motivo nos vale. Como una entretenida segunda parte, por ejemplo, en la que se deshizo el empate merced a una jugada de los, paradójicamente, dos jugadores más retrasados: la peina Pablo Ruiz y remata Mariano. O como las eléctricas apariciones por la izquierda de Botelho, que tiene todas las papeletas para convertirse en la nueva musa de la afición.
Qudémonos con estos detalles y alimentemos la ilusión, porque siempre será mejor vivir enamorado que enajenado.
