Cuando la crueldad golpea a un periodista vocacional

Pepe Navarro estaba frotándose las manos desde que conoció a distancia (no pudo viajar a Alcoy el 24 de mayo, por la enfermedad que le tenía retenido en espera de una intervención quirúrgica) el ascenso del Efesé a Segunda. Pepe quería quedar “como nuevo” una vez que el cirujano le...
Pepe Navarro estaba frotándose las manos desde que conoció a distancia (no pudo viajar a Alcoy el 24 de mayo, por la enfermedad que le tenía retenido en espera de una intervención quirúrgica) el ascenso del Efesé a Segunda. Pepe quería quedar “como nuevo” una vez que el cirujano le trasteara el corazón en una operación en la Arrixaca que, en el calendario, se hizo de esperar como está mandado.

Mas después de 21 años de espera futbolística el periodista extinto no podrá ver a su equipo en el reencuentro con esa Segunda que tanto se ha hecho de aguardar. Pepe ha muerto y la noticia nos ha erizado el vello. A mí y a tantos compañeros con los que se relacionaba.

Quedan en el recuerdo muchísimos pasajes en el ámbito profesional compartidos con un Pepe Navarro vocacional que desde bien joven navegaba en mares de refranes. Utilizaba mucho el refranero, en sus escritos y en sus actuaciones verbales porque era un enamorado de los micrófonos, en las radios, en actos culturales, en entregas de trofeos de entidades deportivas (para el Club Albacora, de pesca deportiva, era su locutor presentador en todas las Galas de fin de año, además de Socio de Honor).

Pasó con su voz peculiar, de buen locutor, por todas las emisoras de Cartagena, desde La Voz Sindical de La Palma (de onda media, que murió al llegar la FM) y Radio Nacional (antes Radiocadena) a la Ser, pasando por Onda Cero, en la que últimamente era tertuliano los lunes con Pepe Linares, Simón Ruiz, Josemi y Tano Moltó, buena gente. También aportó su peculiar estilo –abierto, sincero y cordial, pocas veces ácido- en todos los diarios que se dedicaron a Cartagena en una larga treintena de años.

EN EL DIARIO LA VERDAD, AÑOS SESENTA
A Pepe Navarro le abrí el acceso al diario La Verdad, como colaborador en Deportes en la Delegación de Cartagena, en los años sesenta, los tiempos heroicos del periódico en que el diario de Edica subía como la espuma en ventas y prestigio, antes de que él hiciese la mili en Artillería como voluntario. Comenzó, como todos, escribiendo con titubeos; después se afianzó y se deslizó por el tobogán de un estilo reconocido por todos. Persona cordial, yo no le recuerdo enemigos a lo largo de su trayectoria. Cuando yo terminé mi actividad laboral y pasé a ser pensionista de la Seguridad Social, le trasladé simbólicamente en una cena de compañeros el título de Decano de la prensa deportiva que yo había ostentado sin más mérito que el de poder ver pasar los años. No ha llegado a ejercer como tal Decano, y la culpa es mía por seguir “haciendo cosas en prensa y radio” aun estando en la teórica reserva. Navarro no se enfadaba por ello. Era un buen encajador.

Los peores reveses, supongo que los más dolorosos los sufrió (la vida es muy cruel a veces) en los últimos tiempos al soportar además de la enfermedad coronaria unas continuadas y presuntas vejaciones en el centro de trabajo al que acudía a diario como periodista antes de caer enfermo, lamentable situación laboral que no matizamos con detalle porque no procede y, en especial, en honor y en memoria del propio Navarro, nada beligerante en su vida profesional y en el ámbito privado.

Se nos ha ido Pepe Navarro. Feo, más que feo, con esos dientes que nunca pudo o quiso le arreglasen en la clínica dental. Pero sonriente a marchamartillo y además, enseñando la dentadura. Por Dios, Pepe. Se ha ido un hombre noble, un compañero leal, buen padre y buen abuelo. Un inmejorable compañero, de los que jamás traicionó al colega, de los que nunca se ennovió con la envidia, de los que supo hacer de la amistad un compromiso sincero, sin falsedades, sin dobleces. Pepe Navarro ha sido un ejemplo. Un periodista ejemplar. Por supuesto, a imitar.