El central del Cartagena Gonzalo Verdú, que en realidad se llama Gonzalo Cacicedo Verdú, tiene un buen historial tras de sí para contar. Gonzalo comenzó a jugar en los alevines de la desaparecida AD La Manga, dónde vivía porque el negocio familiar de helados estaba instalado en la plaza Bohemia. Acabaría en la India mientras su familia ha sido y es aún fabricando algunos de los mejores helados de toda la Región.
Entonces, cuando jugaba como alevín en La Manga ese club estaba asociado al Cartagonova, lo que hoy es el actual FC Cartagena. Gonzalo pasó al Pozo Estrecho para jugar durante cinco años en los equipos del Cartagena FC que, entonces, era equipo filial del Cartagena hasta el punto de que en la campaña 2007/2008 llegó a realizar la pretemporada con Pichi Lucas en el banquillo.
Como no llegó a cuajar recaló en el Pinatar donde jugó 30 partidos marcando 4 goles. Ahí le llegó su primer salto al marcharse al Novelda, equipo del grupo VI de Tercera División de donde pegaría el salto al Albacete. Su debut con el primer equipo fue ante el Xerez CD en Segunda A pero tuvo que ser ante el Cartagena, el 30 de abril de 2011, cuando estrenaría titularidad.
Luego iría cedido al Osasuna B tras haber jugado seis partidos con el Albacete la pasada campaña.
En el verano de 2013 inició una exótica aventura, la de marcharse a jugar al Sporting Clube de Goa, una historia que no debió de convencerle mucho lo del National Footbal League indio que al año siguiente fichó por el Guadalajara y de ahí hasta Cartagena, a dónde estaba deseando regresar.
Pero lo que muchos no deberán de saber aún es que Gonzalo Verdú procede de una de las familias cartageneras con más tradición en el mundo de los helados, nos referimos a Helados Verdú, que empezaron en Cartagena a finales del siglo XIX, desde 1896 exactamente y que durante todo el siglo XX fueron muy conocidos con helados como el carapino, que llevaba nata, piñón tostado y caramelo, sus cremas heladas o granizados que sabían a gloria sentados en la plaza Bohemia o, muchos años atrás, la pequeña tienda que su abuelo regentaba en la calle Serreta y se dedicaban a vender los helados por las calles del centro de la ciudad. Los otros días lo recordaba junto al padre Turpín en la iglesia de la Caridad.
Gonzalo Verdú no llegó a conocer aquella historia tan romántica como trabajada del mundo de los helados y sus carritos por las calles pero se muestra orgulloso cuando aprecia el cariño que muchos cartageneros tienen por su familia de artesanos de los helados. Él decidió cambiar los helados por el balón y confía en triunfar en su tierra como su familia lo hizo con los helados.
