jueves. 18.04.2024

CARLOS SÁNCHEZ (@charlidsg) 

Estaba todo preparado. Quizá lo que más costó fue encontrar la excusa para decirle a la mujer que te quedabas en casa para ver el partido del Cartagena. Hay que aprovechar que lo televisaban, porque en 2ªB eso es un lujo sibarita. Una vez que decidió marcharse sola para aprovechar la soleada mañana cartagenera y te quedaste solo en casa, conectaste el PC a la tele y te sacaste la cervecita y unas patatas para el aperitivo. Ahora sí que estaba todo preparado.

Tras deleitarte con el ingente número de reformas en las calles que va a hacer la Diputación de Melilla, las gentes de TV Melilla por fin conectaron con el Álvarez Claro. Fue una retransmisión poco frecuente. Una sola cámara en el campo, una sola toma de todo el partido. Sobre repeticiones de las jugadas, ni hablamos. Y cada dos por tres te tocaba levantarte del sofá para volver a conectar la señal perdida.

Sin embargo, durante 45 minutos fue un placer ver el partido, aún en esas extrañas circunstancias. Los golazos de Hevia y de Luque, la actitud del equipo y un Melilla que apenas se acercaba hacían presagiar un encuentro tranquilo, apacible, sin sobresaltos. Sin embargo, entre patata y patata, un pensamiento sibilino se colaba por tu mente. "Y si... no, no, imposible. El partido está controlado". Pensabas en el buen trabajo de la terapia de Cayuela, pero tu mente seguía igual. "Queda aún mucho tiempo. Y si... no, ¡Que no! Imposible".

Tras el descanso, el panorama cambiaba. David Sánchez falló un primer penalti que te hizo levantar del sofá. Pero lo que veías en los siguientes 40 minutos te hundió en el mismo. El Cartagena reculaba y reculaba mientras el Melilla atacaba y atacaba. Ese "y si..." que pensabas anteriormente se hizo terriblemente real. Para cuando te quisiste dar cuenta, tu mujer estaba ya en casa preguntándote si habías hecho la comida ya mientras tú jurabas en arameo por ese penalti, por ese gol, por esa derrota.

Amigo, desgraciadamente la historia del fútbol en Cartagena se escribe a golpe de decepciones. Pero quizá este año ya se están cebando.

Incredulidad desde la distancia
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