viernes. 29.03.2024

Era un tipo jovial, alegre. Te reías mucho con él. Si mi compañero Guillermo decía que habló con él tres o cuatro veces yo la verdad es que lo hacía muy a menudo. Entonces yo tendría 22 ó 23 años, era un chiquillo prácticamente y losa ocho o nueve años que nos llevábamos de diferencia no era óbice para una relación fluida, de amistad. Yo estaba en los inicios de mi carrera profesional en Radiocadena Española y era raro el día que no lo entrevistaba. José Luis siempre tenía cosas que decir.

Al goleador canario lo fichó Florentino Manzano, tan denostado tantas veces pero al que también hay que reconocerle sus aciertos, que los tuvo. Y este fue uno de ellos. José Luis, cuando decidió aceptar la oferta que le llegaba desde El Almarjal, tenía muy claro que él venía a triunfar, y vaya sí lo consiguió.

José Luis hizo buenas migas con dos veteranos, Perico Arango y el almeriense Gregorio, fumadores empedernidos también, como él que lo hacía a escondidas. En un viaje a Huelva, de los primeros del Cartagena tras su vuelta a Segunda, casi nos quedamos a mitad de camino porque el argentino Gustavo Silva nos descubrió fumando en la parte trasera de aquel viejo autobús de color naranja que entonces llevaban los albinegros para recorrerse España entera. Aquella tarde, José Luis ni se inmutó ante los gritos del argentino Silva. “Tranquilo, que no pasa na” recuerdo que dijo. Y efectivamente, no pasó nada.

Tras el ascenso en Torrejón Gustavo Silva se llevó a cenar al equipo a un restaurante argentino en pleno centro de Madrid. Aquella noche, José Luis se fumó un puro canario en la cara de su entrenador que no podía decirle nada. La noche en el hotel Intercontinental de Madrid fue inenarrable y siempre con José Luis y su amigo Crispulo animando la fiesta.

El canario solía pasarse por la antigua cafetería Montreal, junto a los desaparecidos cines Alfonso XIII. Allí, mi primo Diego o Paco, que eran los dueños, siempre le servían un Martinico rojo o alguna cervecica que, junto a su Winston de rigor, le sabía a gloria. Porque él jugaba, si. Y lo hacía muy bien. Pero el tabaco que no se lo tocase nadie.

Cada vez que le solicitaba una entrevista para la radio, solía decirme con sorna. “¿Otra entrevista mi niño? ¿Y qué hiciste con la que te dí ayer?”. Tenía carisma, dentro y fuera del campo. Estuvo dos temporadas con nosotros, luego se marchó a su tierra aunque regresaría años después con motivo de un acto organizado por el Cub de Amigos de la Historia del fútbol cartagenero. Acabaría siendo su última visita y la despedida. Siempre podré decir que José Luis fue un amigo y que disfruté mucho a su lado porque era un genio. Un genio de verdad.

José Luis o la suerte de convivir y conocer a un genio
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