8 de mayo de 2010, 2:00
Se presentaba una gran tarde de fútbol. Hoy acompañaba todo: la hora era ideal, la tarde enseñaba la primavera en todo su esplendor, con el sol brillando en todo lo alto y un partido de órdago en el horizonte. La afición lo interpretó así, y el Cartagonova hoy estaba precioso. La luz vespertina iluminaba de manera especial una grada más albinegra que nunca, en la que no cabía un alfiler. En los alrededores, más gente que nunca inundando los aledaños del Cartagonova: la marea albinegra tomaba la ciudad. El partido tenía todos los alicientes para ser histórico y plácido. Pero el Numancia tenía cosas que decir con respecto a esto último.
En la grada, el protagonista indiscutible – por lo discutido – fue Tato. El delantero responde al perfil que a nadie deja indiferente: o te gusta o lo odias. Hoy apareció la cara B del jugador cartagenerista, y la afición actuó expresando su queja. Y como Tato, hay varios en la plantilla albinegra: Expósito o Toché, por ejemplo. El aficionado medio se está acostumbrando rápidamente a ver fútbol de nivel y, aunque premia el esfuerzo, castiga severamente los fallos de ciertos jugadores.
El partido fue como una película de suspense. Después del primer arreón de corazón, espoleados por el gran ambiente previo, el Numancia parecía ir ganando terreno, enfriando la grada. Con el dominio soriano, aparecieron los córners en contra, los balones colgados y, con cada uno de ellos, un vuelco en el corazón albinegro. Durante el descanso, la sensación era de desazón, porque el equipo no respondía a las expectativas barruntadas durante el inicio. Sensación que se confirmó y se amplió cuando los numantinos se adelantaron en el marcador. De nuevo remontada, de nuevo cuesta arriba, aunque esta vez con menos tiempo por delante.
A base de corazón, se consiguió dar la vuelta al partido. Por cierto, que en los cambios salieron futbolistas queridos por la afición, sobre todo el Lobo Vigil – el día que marque un gol, el estadio se cae abajo. Poco a poco, el equipo se sitúa a las puertas del cielo. Hoy, con la victoria, se ha empezado a llamar. Queremos entrar y nada nos va a parar.
En la grada, el protagonista indiscutible – por lo discutido – fue Tato. El delantero responde al perfil que a nadie deja indiferente: o te gusta o lo odias. Hoy apareció la cara B del jugador cartagenerista, y la afición actuó expresando su queja. Y como Tato, hay varios en la plantilla albinegra: Expósito o Toché, por ejemplo. El aficionado medio se está acostumbrando rápidamente a ver fútbol de nivel y, aunque premia el esfuerzo, castiga severamente los fallos de ciertos jugadores.
El partido fue como una película de suspense. Después del primer arreón de corazón, espoleados por el gran ambiente previo, el Numancia parecía ir ganando terreno, enfriando la grada. Con el dominio soriano, aparecieron los córners en contra, los balones colgados y, con cada uno de ellos, un vuelco en el corazón albinegro. Durante el descanso, la sensación era de desazón, porque el equipo no respondía a las expectativas barruntadas durante el inicio. Sensación que se confirmó y se amplió cuando los numantinos se adelantaron en el marcador. De nuevo remontada, de nuevo cuesta arriba, aunque esta vez con menos tiempo por delante.
A base de corazón, se consiguió dar la vuelta al partido. Por cierto, que en los cambios salieron futbolistas queridos por la afición, sobre todo el Lobo Vigil – el día que marque un gol, el estadio se cae abajo. Poco a poco, el equipo se sitúa a las puertas del cielo. Hoy, con la victoria, se ha empezado a llamar. Queremos entrar y nada nos va a parar.
