Cuando le llamaron desde el Cartagena Alberto Monteagudo supo al instante que no sería fácil enderezar una nave que no estaba hundida ni mucho menos pero tampoco navegaba como quería el patrón. Junto al Cádiz, entrenar al equipo albinegro se convertiría automáticamente en el mayor reto hasta la fecha, un objetivo difícil pero posible.
Llegó de tapado, casi de puntillas porque todo el mundo esperaba al ex UCAM Eloy Jiménez y se puso a trabajar. Seis partidos después ha logrado estabilizar al equipo y vuelve a situarlo en la rampa de lanzamiento para luchar por la Copa del Rey, un mal menor si se quiere, pero mucho más relajante que jugar para buscar la permanencia. Debutó en la jornada 24 ante el Almería B en la cancha de los Juegos del Mediterráneo y aquella tarde el equipo arrancó uno de los cuatro empates a cero goles. Hubo pocas ocasiones pero supìeron tapar los huecos en defensa.
Al menos se arregló en parte el 0-2 que logró el Sevilla Atlético en la jornada anterior que acabaría costándole el puesto a Víctor Fernández. Su debut en casa no pudo ser más esperanzador con un claro 3-1 ante el Mérida, todos los goles logrados en el primer tiempo. Lo que ya no sabríamos hasta después es que aquella tarde arrancaría también una especie de sequía goleadora que Cristo mandaría al limbo el pasado domingo ante el Recreativo.
Cuando llegó el Cartagena ocupaba el puesto 13 con 23 puntos y miraba más hacia abajo que hacia arriba. Hoy, las tornas parecen cambiar y ése es el valor que dan los resultados, con 10 puntos de 18 disputados y una consistencia defensiva indudable que han hecho ganar en seguridad. Tal y como van las cosas ya lo decíamos más arriba, que Alberto Monteagudo parece que progresa adecuadamente y la afición cartagenerista empieza a empatizar con este técnico modesto, de trato agradable y que se está metiendo a su gente en el bolsillo.
