LOS DOS MOMENTOS CLAVES, AL FINAL

La parada de su vida del meta sevillista y el penalti que se cambió por el pitido final

El Cartagena debió de haber ganado por juego y por ocasiones mucho antes. Empecemos por ahí. Pero llegamos con el marcador sin moverse al minuto 90. Ahí es donde a Gato, que había salido poco antes al terreno de juego, le llega un balón pintiparado que se acomoda para engatillar...
El Cartagena debió de haber ganado por juego y por ocasiones mucho antes. Empecemos por ahí. Pero llegamos con el marcador sin moverse al minuto 90. Ahí es donde a Gato, que había salido poco antes al terreno de juego, le llega un balón pintiparado que se acomoda para engatillar un sensacional disparo que iba directo a la escuadra izquierda del marco sevillista.

Pero he ahí que entonces fue cuando apareció David Soria, el joven meta sevillista que solamente con esa parada se ganó justificadamente. Un paradón increíble hizo llevar las manos a la cabeza a más de un seguidor albinegro, que no creía cómo aquel balón no había terminado de entrar.

Sin embargo, lo increíble de verdad estaba por llegar. El árbitro concede tres minutos de tiempo añadido y es entonces cuando Robusté inicia la jugada que acabaría en un flagrante penalti a Seba Ribas en las mismas narices del árbitro.

El italo uruguayo cae derribado junto al árbitro y cuando parecía que el valenciano iba a señalar el claro penalti que podría haber abierto la puerta de la victoria resulta que lo que pita ¡¡es el final del partido¡¡. 

Increible. Lo nunca visto, como decía más de uno y más de dos aficionados cartageneristas que no daban crédito a que el trencilla valenciano decidiese pitar el final de la contienda a señalar el claro penalti en su propia cara.

Más de uno pensaba en la grada si no tuvo miedo a señalar el claro penalti a un filial del empaque y poderío del sevillista, con las consiguientes consecuencias. Así las cosas quedó claro que optó por no complicarse la vida y señalar el final del partido ‘pasando’ por completo de señalar lo que todo el mundo vio menos él. Mecachis ¿que casualidad verdad?