sábado. 20.04.2024
ASÍ HA SIDO EL REPORTAJE

Perfil de un ganador que fue inmigrante en Francia y en Suiza y que guarda con celo su intimidad

Estamos casi en las nubes, en el piso 12 de Torre Godoy, en pleno corazón empresarial de Espinardo y aunque lleva una agenda apretada con la prensa prefiere recibirnos antes que a nadie. Francisco Gómez trabaja casi a la velocidad del rayo. Mientras vamos tomando asiento nos dice que mejor...
Estamos casi en las nubes, en el piso 12 de Torre Godoy, en pleno corazón empresarial de Espinardo y aunque lleva una agenda apretada con la prensa prefiere recibirnos antes que a nadie. Francisco Gómez trabaja casi a la velocidad del rayo. Mientras vamos tomando asiento nos dice que mejor en la sala de reuniones, al otro lado de la planta. Y allá que nos vamos.

Enseguida nos damos un buen apretón de manos. La estrecha con fuerza, con seguridad. Le vemos contento, está en su casa y ahí Paco Gómez se mueve como pez en el agua. Ya lo vimos en La Serrata, su finca de Villena, donde dio toda una lección de hospitalidad el pasado 3 de junio. Aquel día descubrimos a otra persona y bien que nos alegramos.

De Espinardo hemos salido esta mañana con esa misma impresión, la del Paco Gómez cercano, familiar, bonachón. El Paloma que conocen en Jacarilla, su pueblo y, además, el único lugar del mundo en donde le quieren más que en Cartagena, la que ya considera como su segunda casa.

Tomamos asiento. Una amplísima mesa, unos amplios ventanales con Murcia a sus pies y un televisor gigantesco son las tres cosas que más nos llaman la atención. Estamos cómodo pero él también denota estar relajado. Mientras preparamos nuestros bártulos y herramientas de trabajo él se coloca en el centro y se prepara para la batería de preguntas que le esperan.

El presidente viste camisa azul y blanca a lista bien finitas y pantalón de vestir. Delante suya sólo nuestra grabadora y unos almanaques de nuestro diario que recoge con satisfacción. Es el de siempre, el cercano, el que no se calla. Al que le gustaría entrar al trapo pero que le hace caso al guiño oportuno, al gesto que le interpreta David Buitrago cuando éste huele a peligro o a pregunta-trampa.

Tiene cuadros y suponemos que decenas de proyectos que están apoyados en las paredes. Responde casi sin pensar, espontáneo. Dice lo que siente aunque hay veces que frena el carro con un ‘sin palabras’ que lo emplea al menos cuatro o cinco veces. Su intimidad es sagrada, la guarda celosamente. Nos parece bien y lo respetamos, faltaría más. Pero también es como es, un torbellino, buena gente. Cuanto más cerca se está más se le aprecia.

Este campechano presidente que respeta a los inmigrantes “pero con papeles”, que odia a la prensa rosa y los programas televisivos de tal corte, que pasó por la vendímia francesa y que se estrenó en Suiza con apenas 17 años poniendo ladrillos, es feliz con muchas cosas, especialmente con su Cartagena al que mima como si fuera un hijo.

La entrevista toca a su fin. Atrás dejamos a un Paco Gómez que, como sus vinos, mejora con el paso del tiempo

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