jueves. 28.03.2024
Amigos CARTAGENERISTAS: déjenme que les cuente lo que pudo ser y no fue y permítanme no contarles nada, absolutamente nada, interesaba poco, del partido de esta tarde entre nuestro Cartagena 0-Albacete 4.

Hace unos días he paseado por el Parque de los Juncos recordando y soñando las presenciadas e imaginadas gestas deportivas de aquellos amaneceres futbolísticos cartageneros pasados y, entre sueños, se me han presentado, corriendo, unos marineritos de reemplazo como queriendo hacer méritos para poder ascender al club principal de esta ciudad.

Al despertar he sido consciente de que Los Juncos eran ya historia convertida en parque y, como soy muy sentimental, me he puesto a llorar, y los sentimientos han roto el dique de mi corazón hasta que, emergiendo de entre la vegetación, apareció un flautista y descendiendo de su pedestal hizo sonar la flauta invitándome con su melodía a recorrer la ciudad al estar extrañado de que estuviese tan desierta y vacía como su Hamelin.

Descendiendo hasta la Plaza de España comenzamos a escuchar, mezclado con la melodía flautista, los incipientes murmullos, en lejanía, de ese estadio al que, esta tarde, había acudido el pueblo cartagenero siendo esta la razón del estado de Ciudad-Vacía-Desierta.

Como Cartagena sigue sumando esculturas en sus calles, queriendo gozar de y con todas, nos trasladamos hasta el final, hacia abajo, de la calle del Carmen hasta llegar a sentarnos junto a la otra Carmen, no la de Marimé sino la Académica y, como se habían añadido, al cortejo, un sin fin de niños, nos tarareó al sonido de la flauta, el Nana, Nanita, Nana, invitándonos a que abriésemos el libro, de entre sus manos, para ayudarnos a leer algunos fragmentos de Zoquetín y Martina y El Caballito y la Luna, susurrándonos que, aun siendo tarde y estando mayor, quería unirse y gozar de la fiesta blanquinegra que empezaba a alborear.

Ya éramos tres, dimos unos pasitos adelante, y casi de bruces, nos tropezamos con ese diablillo y popular golfillo llamado Icue. Lo vimos ojeroso y demacrado, llevaba tiempo, desde la nochevieja pasada, celebrándolo todo, bebiéndoselo todo, gozándolo todo hasta destrozar unas cuantas bufandas y camisetas, gorros y sudaderas que le habían arropado durante el gélido y lluvioso invierno y que, a estas alturas de celebraciones, cromáticamente no las distinguimos, debemos pensar que eran blanquinegras, aunque de un golfillo nunca se sabe aun llamándose Icue.

Ya éramos cuatro, respetuosos nos dirigimos a que, también El Procesionista, se uniese al grupo, invitándoles a sumarse con todos los honores para darles las gracias por las plegarias oradas, las promesas cumplidas y los sacrificios ofrecidos para alcanzar tal celebración.

Ya éramos siete y con la algarabía del grupo, Calle Mayor descendiente y abierta al mar llegamos a la Gran Plaza, a la Luminosa Plaza, a la Orgullosa Plaza, a la Histórica Plaza viendo fluir de sus adoquines recuerdos de ascensos, de sufrimientos, de batallas y de amoríos y aprendizaje de arte, historia, hidalguía y lealtad.

Allí nos esperaban el marinero y el soldado de reemplazo, conociéndome ambos, pues me había sentado hace unos días junto al pensante para contarle mis cuitas, les animé a que, junto a la Académica, volviesen a leer la leyenda cervantina plasmada y cocida en azulejos talaveranos, pues el Eximio también debía sumarse a la fiesta.

Hecho esto, les insté: al artillero a levantarse y unirse al grupo y al marinero, que abandonase su petate, diese media vuelta y cogidos todos por los hombros, como en cuadilla, nos dirigiéramos hacia el SUBMARINO.

Al final estos nueve y esperanzados ilusos llegamos a la BENDITA LOCURA ¡Qué locura, qué gentío, qué fiesta, cuánta alegría, cuánto lloro, cuánto alcohol y cuánto amor y sentimiento!

Embriagado por todo esto y por muchas cosas mas hemos querido celebrarlo, ensoñados, con los de siempre, con los que nunca se han quejado, con los que jamás reivindicaron nada y como sigo siendo un niño, con aquellos que, me abrieron las puertas de esta ciudad trimilenaria para disfrutar con este club grandioso y emergente hacia Dios sabe dónde.

Y esto es lo que hoy hubiera sucedido en esta grandiosa, acogedora, universal y entrañable ciudad de Cartagena, dónde siempre que busquéis, encontraréis a un cartagenerista.

¡Ay! ¡Ay! Chis, ¡púm!, se apagó la traca matraca en el Submarino y además nos hemos quedado sin derby. ¡Qué Pena! Ya está.

Pedro-Roberto J.P. En Villamediana de Iregua. Dies6/19: ante diem tertium decimum Kalendas Iulias

Pim-Pam-Pum: ¡Chis Pum! Se acabó
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