Las caras de enfado de los aficionados cartageneristas al final del encuentro obedecían esta vez a la mala suerte y no al mal juego del equipo, como otras veces. Fueron pocos los aficionados que acudieron hasta el Cartagonova, pero los que acudieron bien puede decirse que apoyaron hasta el final.
Lo lamentable esta vez estuvo simplemente en la mala suerte que tuvieron los albinegros, sobre todo a la hora de materializar las claras oportunidades que se le presentaron, especialmente a un Chus Hevia que se fajó con denuedo pero que se tropezó con la mala suerte como en aquel balón que acabaría estrellado en la cepa del poste.
Los aficionados no se creían el empate final, supuso todo u jarro de agua fría inevitable que deja al Cartagena en una más que comprometida situación de la que sólo cabe salir cuanto antes.
