11 de octubre de 2011, 16:40
Muchos se preguntarán (nosotros mismos no lo entendíamos) los motivos que habían llevado al Cartagena a trabajar tan lejos de Cartagena y sus alrededores. Pero, como todo en la vida, hay una explicación lógica.
A la consabida falta de campos en la zona (La Manga, Fuente Álamo y Gómez Meseguer se encuentran resembrados y no se pueden utilizar y el Cartagonova para que contar de cómo sigue…) había una circunstancia añadida: el cartagenero Juan Lillo es el actual entrenador del Olímpico de Totana y con el se encuentra como ‘segundo’ otro cartagenero, Rai, ex futbolista del Efesé en los años ochenta y noventa y, además, cuñado de Javi López.
Y por ahí viene la cosa. Según sabemos fue Rai quien le dio la idea a su cuñado Javi al decirle que por Totana existen unas instalaciones tranquilas, con un terreno de juego bastante potable y cuidado en el que poder trabajar con calma y en condiciones. Y dicho y hecho.
Se hicieron unas rápidas gestiones de última hora y, pasadas las nueve de la noche del lunes, se confirmaba que los albinegros podrían trabajar en estas instalaciones en las que salvo dos o tres señoras que daban paseos, y los compañeros de la ‘tele’ autonómica y nosotros mismos no había absolutamente nadie más.
Tranquilidad como decimos a prueba de ‘bomba’ en las faldas de Sierra Espuña.
A la consabida falta de campos en la zona (La Manga, Fuente Álamo y Gómez Meseguer se encuentran resembrados y no se pueden utilizar y el Cartagonova para que contar de cómo sigue…) había una circunstancia añadida: el cartagenero Juan Lillo es el actual entrenador del Olímpico de Totana y con el se encuentra como ‘segundo’ otro cartagenero, Rai, ex futbolista del Efesé en los años ochenta y noventa y, además, cuñado de Javi López.
Y por ahí viene la cosa. Según sabemos fue Rai quien le dio la idea a su cuñado Javi al decirle que por Totana existen unas instalaciones tranquilas, con un terreno de juego bastante potable y cuidado en el que poder trabajar con calma y en condiciones. Y dicho y hecho.
Se hicieron unas rápidas gestiones de última hora y, pasadas las nueve de la noche del lunes, se confirmaba que los albinegros podrían trabajar en estas instalaciones en las que salvo dos o tres señoras que daban paseos, y los compañeros de la ‘tele’ autonómica y nosotros mismos no había absolutamente nadie más.
Tranquilidad como decimos a prueba de ‘bomba’ en las faldas de Sierra Espuña.
