10 de abril de 2011, 2:00
Revolución tecnológica que, por cierto, tiene todavía lagunas a suplir, como por ejemplo esos tornos que, aunque están presentes en las puertas de acceso al estadio, siguen sin funcionar. Es todavía un misterio como se puede calcular con tanta precisión la asistencia (9.834 espectadores según el dato ofrecido por el club) sin que el principal medio de conteo esté disponible. No me imagino a esos sacrificados porteros contando trocitos de los mutilados carnés de los abonados, ni a nadie contando una por una todas las cabezas que asistían atónitas a la debacle cartagenerista. Una debacle conocida por no ser la única, pero inesperada, porque todos pensábamos que eran achaques de mal viajero, como aquel que se marea con las curvas.
Antes de empezar el partido, todas las miradas se giraban para presenciar ese flamante video marcador que, a modo de gigantesco túnel del tiempo, ofrecía las imágenes del ascenso en Alcoy, con aquella carrera desesperada de un Carmona que ahora anda a la vera de Luis Enrique y los suyos. Visto lo visto, nadie se contagió de ese espíritu ardoroso que le hizo presionar a Fernando Martín con el tiempo y los dioses en contra. Si acaso, los jugadores del Recre, que salieron enchufados y enchufándolas, ya que a los veinte minutos contaban con una ventaja suficiente como para no hacer mucho más. Los partidos, como la vida y las etapas ciclistas, son peores cuando se ponen cuesta arriba, y lo de esta tarde parecía el Tourmalet.
El gol de Cala reavivó una llama que Juan Villar acabó por extinguir como un trámite. Ese disparo funcionó a modo de manguera que aplicó dos efectos: apagar la vivacidad local y sirvió como un jarro de agua fría – que diría al tópico – a una parroquia que no se creía lo que veía. Y es que el marcador era claro: ni 67 millones de colores servían para que el 1-3 final entrara con mejor sabor. Mal estreno ha tenido el video marcador, que estaba llamado a ser el protagonista de la semana. Después de tanto debate, ni Riga ni Goiría ni Víctor, sino Jaime Asensio de la Fuente, natural de Alcorcón, ha sido quien ha desvirgado la gran pantalla del cine albinegro. Esperemos que en el Benito Villamarín se vea un Cartagena digno de Óscar. Eso sí que es una 'etapa reina'.
Antes de empezar el partido, todas las miradas se giraban para presenciar ese flamante video marcador que, a modo de gigantesco túnel del tiempo, ofrecía las imágenes del ascenso en Alcoy, con aquella carrera desesperada de un Carmona que ahora anda a la vera de Luis Enrique y los suyos. Visto lo visto, nadie se contagió de ese espíritu ardoroso que le hizo presionar a Fernando Martín con el tiempo y los dioses en contra. Si acaso, los jugadores del Recre, que salieron enchufados y enchufándolas, ya que a los veinte minutos contaban con una ventaja suficiente como para no hacer mucho más. Los partidos, como la vida y las etapas ciclistas, son peores cuando se ponen cuesta arriba, y lo de esta tarde parecía el Tourmalet.
El gol de Cala reavivó una llama que Juan Villar acabó por extinguir como un trámite. Ese disparo funcionó a modo de manguera que aplicó dos efectos: apagar la vivacidad local y sirvió como un jarro de agua fría – que diría al tópico – a una parroquia que no se creía lo que veía. Y es que el marcador era claro: ni 67 millones de colores servían para que el 1-3 final entrara con mejor sabor. Mal estreno ha tenido el video marcador, que estaba llamado a ser el protagonista de la semana. Después de tanto debate, ni Riga ni Goiría ni Víctor, sino Jaime Asensio de la Fuente, natural de Alcorcón, ha sido quien ha desvirgado la gran pantalla del cine albinegro. Esperemos que en el Benito Villamarín se vea un Cartagena digno de Óscar. Eso sí que es una 'etapa reina'.
