Casi 8000 personas esta vez en el estadio Cartagonova, entre otras muchas cosas debido a los 450 niños de toda la cantera cartagenerista que, en una mayoría, acudieron con el papé, la mañana y algunos con la familia entera lo que siempre anima e incrementa. Daba gusto ver la grada lateral baja, completamente llena de extremo a extremo.
Casi 8000 almas, decía, que sufrieron como nunca gracias, fundamentalmente, a que este no era el Cartagena al que estábamos acostumbrados hasta la noche del Marbella. Porque aquella fue la última lección de fútbol de un Cartagena que fue todo coger el liderato y dejarse el buen juego aparcado. Ocurrió en Jaén (se perdió), ocurrió con el colista Sanluqueño (se ganó 2-0 jugando mal), ocurrió con el Villanovense (empate 1-1 en un mal partido) y ocurrió en Jumilla (0-1 en el minuto 93). El único partido en el que se salvaría sería en el 0-2 del Extremadura dónde aquella mañana sí que dejó esttela de equipo líder.
Pero claro, con lo que nadie contaba ya, después del tiro al poste de Fernando, era la aparición repentina de Cristo. Sí, Cristo Martín, el jugador, que estaba siendo el más inquieto y que minutos antes ya había ensayado una buena oportunidad que no fue gol de chiripa. Cristo se le apareció al Cartagena, que pudo recuperar un punto cuando nadie lo esperaba.
Fue, y nunca mejor dicho, la tarde en la que Cristo se le apareció al Cartagena.
