14 de octubre de 2013, 14:00
¿Papa, que estás haciendo?
No sé cómo decírtelo, seguramente crees que lo haces por mi bien, pero no puedo evitar sentirme, raro, molesto y mal.
Me regalaste una pelota cuando apenas empezaba a andar. A un no iba a la escuela cuando me apuntaste al equipo.
Me gusta entrenar durante la semana, bromear con los compañeros y jugar el domingo, como lo hacen los más grandes, pero cuando vas a los partidos …no. Ya no es como antes. Ahora no medas una palmada cuando termina, me invitar a tomas algo. Vas a la tribuna pensando que todos son enemigos. Insultas a los árbitros, a los entrenadores, a los jugadores, a otros padres…¿Por qué cambiaste?
Creo que sufres y no lo entiendo. Me repites de que soy el mejor, que los demás no valen para nada al lado mío, que quien diga lo contrario se equivoca, que solo vale ganar. Ese entrenador del que dices de que es un inepto, es mi amigo, que me enseño a divertirme jugando.
El chico que el otro día salió en mi puesto… ¿te acuerdas? Si papi, aquel estuviste toda la tarde criticando y diciendo que “no sirve ni para llevar la bolsa”. Ese chico va a mi clase. Cuando lo vi el lunes, me dio vergüenza.
No quiero decepcionarte. A veces pienso que no tengo suficiente calidad que no llegare a ser profesional y ganar millones, como tú quieres. Me agobias. Hasta he llegado a pensar en dejar de jugar; pero… ¡me gusta tanto!
La directiva
