15 de agosto de 2009, 2:00
Siendo esto relativamente comprensible en personajes anónimos, en aquellos que obstentan cualquier tipo de responsabilidad, directa o indirecta, en relación al caso que nos ocupa: médicos, directivos, jugadores, periodistas, tertulianos, etc…es exigible un máximo de prudencia y de objetividad, y un mínimo de demagogia…
En España, hay aproximadamente de 20 a 25 casos anuales de muerte súbita en deportistas. Se estima en 12 millones las personas que practican ejercicio físico, de las cuales 6 millones, aproximadamente, están federadas, es decir, practican deporte competitivo. La fría estadística nos diría que ésta cifra no es significativa, pero es evidente que detrás de éstas y de cualquier muerte hay una tragedia personal, familiar y social y, además, un fracaso, ¿de quién?.
En ningún momento, pero menos aún en éstos, es responsable transmitir a la sociedad la idea de que, con controles médicos más exhaustivos, se evitarían TODOS los casos de muerte súbita en el deporte. Estos días he oído/leído voces con altavoz mediático reclamando más control sanitario y, más allá, “que éste sea el último caso”.
Lamentablemente, todos sabemos que éste no va a ser el último caso, porque todos debemos saber que los recursos y los conocimientos de la medicina no son ilimitados ni infinitos.
La sociedad, en general, y los deportistas, en particular, deben ser conscientes de que están expuestos a estas desgracias: el ejercicio físico, al solicitar un mayor aporte de oxígeno al corazón, aumenta el riesgo de provocar una muerte súbita, máxime si existe alguna anomalía que no se ha detectado previamente. Lo cual no es óbice para concluir que el ejercicio físico es altamente recomendable, por sus beneficios propios y, porque, además, es frecuente que lleve aparejados hábitos higienico-dietéticos saludables: es una evidencia que la incidencia de muerte súbita es muchísimo más alta en personas sedentarias.
En España, hay aproximadamente de 20 a 25 casos anuales de muerte súbita en deportistas. Se estima en 12 millones las personas que practican ejercicio físico, de las cuales 6 millones, aproximadamente, están federadas, es decir, practican deporte competitivo. La fría estadística nos diría que ésta cifra no es significativa, pero es evidente que detrás de éstas y de cualquier muerte hay una tragedia personal, familiar y social y, además, un fracaso, ¿de quién?.
En ningún momento, pero menos aún en éstos, es responsable transmitir a la sociedad la idea de que, con controles médicos más exhaustivos, se evitarían TODOS los casos de muerte súbita en el deporte. Estos días he oído/leído voces con altavoz mediático reclamando más control sanitario y, más allá, “que éste sea el último caso”.
Lamentablemente, todos sabemos que éste no va a ser el último caso, porque todos debemos saber que los recursos y los conocimientos de la medicina no son ilimitados ni infinitos.
La sociedad, en general, y los deportistas, en particular, deben ser conscientes de que están expuestos a estas desgracias: el ejercicio físico, al solicitar un mayor aporte de oxígeno al corazón, aumenta el riesgo de provocar una muerte súbita, máxime si existe alguna anomalía que no se ha detectado previamente. Lo cual no es óbice para concluir que el ejercicio físico es altamente recomendable, por sus beneficios propios y, porque, además, es frecuente que lleve aparejados hábitos higienico-dietéticos saludables: es una evidencia que la incidencia de muerte súbita es muchísimo más alta en personas sedentarias.
