28 de junio de 2014, 14:45
Desconozco la historia de por qué el Cartagena decidió empezar a vestir los colores blanquinegros. Imagino que la más pura casualidad dio como fruto esa camiseta que pasa del oscuro al claro de golpe, sin término medio. Sin embargo, nunca una casualidad fue un reflejo tan fiel y claro de la idiosincrasia de un club y de su gente, su afición, su masa social.
Y es que el entorno del Cartagena pasa del negro al blanco, y viceversa, en un lapso de tiempo demasiado corto. Nos acostumbramos a los vaivenes, a las subidas y bajadas, a las curvas a izquierda y derecha. Encontrar puntos de encuentro, opiniones mesuradas y reacciones alejadas de lo visceral se hace complicado. Conviene tomar perspectiva.
Tras el batacazo de Avilés, y las turbulencias en la administración, el discurso generalizado entre la afición era pesimista. Muy pesimista, incluso. Era sencillo escuchar o leer frases del corte de "yo no me abono este año", "vaya desastre de club", "a mí que me esperen para renovar el carné", etcétera. Estábamos en la parte negra, negrísima, de la camiseta.
Unas semanas y cuatro fichajes después, todo se ha estabilizado. Sporto ha pagado y, tras unos ajustes - algunos de ellos tampoco sentaron bien, como la marcha de Perico Arango - la máquina se ha puesto a funcionar y ha tomado velocidad de crucero. Gato, Prosi, Arcas y Chus Hevia (de momento) han conseguido con su sola llegada cambiar el ambiente. Ahora, las redes sociales son un hervidero de seguidores alabando el gusto con el que se está confeccionando la plantilla. Las nubes ya se han esfumado. Bienvenidos al blanco.
En menos de un mes, ya hemos pasado del negro al blanco. Queda una temporada por delante. Abróchense bien el cinturón que vienen curvas.
