jueves. 25.04.2024

Cuando Oliver y Sporto se dan la mano

Hace 12 años que el malagueño Miguel Rivera, hoy entrenador del Almería  B, entrenaba en Cartagena en uno de los peores momentos del fútbol albinegro, equiparables a los actuales de desgobierno de Sporto. Fue Rivera quien en una rueda de prensa que recuerdo bien denunció públicamente la falta de detergente...
Hace 12 años que el malagueño Miguel Rivera, hoy entrenador del Almería  B, entrenaba en Cartagena en uno de los peores momentos del fútbol albinegro, equiparables a los actuales de desgobierno de Sporto. Fue Rivera quien en una rueda de prensa que recuerdo bien denunció públicamente la falta de detergente en el club. Un detalle significativo.  Por descontado que el impago de nóminas era práctica habitual en la etapa de Luis Oliver Albesa.
 
Entonces, como  sucede en la actualidad, en ese caos no había dinero ni para los gastos mínimos elementales del equipo. En lo deportivo Miguel Rivera salvó al club del descenso al dejarlo en undécima posición en Segunda B, grupo III, pero existía riesgo de desaparición de la entidad con la amenaza de la caída a Tercera por no poder pagar la deuda con los jugadores, aunque el destino quiso que llegase como salvador Paco Gómez, localizado por Florentino Manzano, y se acabaron los problemas.
 
Desde entonces hasta la fecha de hoy, 6 de marzo de 2015, en la que los futbolistas y cuerpo técnico  del Cartagena han puesto en escena la lectura de un comunicado  denunciando la situación extrema que padecen  en lo económico, la infeliz etapa de Sporto se da la mano con la de Luis Oliver en cuanto a mala gestión y descaro al practicar el manual de lo que no se debe hacer en la gestión de un club. Los extremos se tocan. Y antes y ahora las posiciones eran y son extremas.

Evolucionan los tiempos y si con Oliver moviendo los hilos  hace una decena de años con un presidente de pantalla no había concurso de acreedores, ni la entidad era SAD, antes y ahora la falta de formalidad y la desfachatez dominaban  y dominan. Sporto hoy, como Oliver ayer (un ayer de hace doce años), credibilidad cero.
 
Situación que no se arregla con comunicados de buena voluntad ni con discursos marcando estrategias,   si quienes tienen la responsabilidad de resolver siguen divagando (sin invertir, sin convencer),  como si  la entrada en concurso de acreedores fuese la panacea o el elixir que todo lo cura.

Cuando Oliver y Sporto se dan la mano
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