jueves. 18.04.2024

Desencanto a la sombra de las palmeras

A lo largo del camino hacia la Ciudad de las Palmeras, del Misterio y de La Dama no he hecho otra cosa que pensar en los distintos enfrentamientos que a lo largo de sus respectivas historias han celebrado el Elche CF y el FC Cartagena. Enfrentamientos que han sido, como...

A lo largo del camino hacia la Ciudad de las Palmeras, del Misterio y de La Dama no he hecho otra cosa que pensar en los distintos enfrentamientos que a lo largo de sus respectivas historias han celebrado el Elche CF y el FC Cartagena. Enfrentamientos que han sido, como todas las pasiones, una relación tormentosa, llena de encuentros y desencuentros. En esos mis desvaríos me ha venido a la memoria que una muestra en torno a esas pasiones y relaciones tormentosas podría ser semejante a la historia que La Dama de Elche siempre tuvo con su ciudad.
No es cierto que esa historia futbolística posea tantos años de encontronazos como tuvo, tiene y probablemente tendrá La Dama con su ciudad. Si la historia futbolística en la Segunda División de enfrentamientos está datada en la temporada 1939-1940, la historia de desencuentros de La Dama con su ciudad empezó hace 109 años... o hace 2.400, según se mire. Esta policromada y representativa Dama, siglo IV antes de Cristo y hallada el 4 de agosto de 1897, siempre habitó fuera de su casa de la que pienso nunca debió salir.
Desde que me senté en la butaca dos tipos de sensaciones han estado atormentándome: la sensación de encontrarme en un oasis, será por aquello de haber hecho el recorrido por esa ruta del Palmeral que a los ilicitanos se les hace tan imprescindible como respirar, y a los forasteros, tan sugerente como un cuento de las Mil y una noches y esa otra  sensación de ansiedad que hemos sentido y padecido jugadores y aficionados cartageneristas y que ha conducido a este equipo hacia un callejón oscuro con salida muy, muy dificultosa del último lugar de la calificación. Es cierto que, como aquí nació la Dama, ésta ha protegido a los frangiverdes, la llevan como escudo en su pecho, mientras miraba nostálgica y desde su urna a los cartageneros volviendo resignados en su derrota.
Es cierto que, después del partido inacabado porque así lo quiso un justiciero, los jugadores se habían conjurado y, de pronto, comenzó a fluir algo donde antes no había nada. Es cierto que, de un momento a otro,  la desolación se convirtió en fervor en cientos de cartageneristas que se habían acercado hasta el Martínez Valero, cuando  apareció el testarazo para gol de Mariano y la esterilidad  se convirtió en deslumbramiento. Entonces en los graderíos cubiertos a resguardo del viento y de la lluvia surgió una música llegada de no se sabe dónde y el entusiasmado trabajo blanquinegro quedó cancelado por una súbita sensación de ligereza cuando otra vez Héctor Rodas, cual coloso, marcó el segundo gol, no sé si en fallo de Juanma o porque le arrollaron en falta. Lo que era fácil se volvió difícil o resultó ser difícil y fácil a la vez. El esfuerzo consciente se reveló superfluo porque alguien, la desgracia desafortunada así lo quiso. A partir de ahora el trabajo no será menos exigente, pero sí más farragoso y más ingrato. ¡Déjenme soñar para pensar que algún chispazo llegará en alguna tarde, si llega! Hay quien trabaja a diario con la esperanza, con la superstición de merecerlo.
Es cierto que el partido, que ha sido un encuentro de fútbol, no ha tenido ni la excelsitud, ni lo sensorial, ni lo envolvente que tiene el Misterio, autosacramental agosteño de su Fiesta. Es cierto que los jugadores cartageneros han mostrado su torso  guerrero mostrándose como un conjunto de mosaicos pintados de blanco y negro y en el que se han desarrollado casi una perfecta representación. Es cierto que estos jugadores han dado una lección de autoestima que acabó con un resultado desafortunado y desprestigiado y es cierto que a este Cartagena, no hoy, sino desde hace mucho tiempo le falta ese jugador o jugadores leyenda, que no conozca la palabra descanso, que esté siempre en perfecto estado de revista, que tire del carro desde el primer minuto, que firme goles, que encuentre la luz en los momentos de tinieblas, que no esconda un gramo de sudor ni de compromiso y que haga disfrutar a su equipo metiendo goles.
Y es cierto que viendo lo de esta tarde ya pienso en el año que viene, año en el que se pondrá fin a infinitos despropósitos de un sentimiento sin norte. Año en el que habrá una plantilla hecha con gente que venga a completar, para mejorar, la que hay. Año en el que no se clasificará el equipo para luchar en una clasificación de pacotilla como la que estamos sufriendo. ¡Déjenme soñar que el año que viene diremos adiós a las pifias y árbitros, a la decepción, como una rutina que duele, y al desencanto perpetuo! ¡Permítanme disfrutar diciendo que el año que viene se recuperará el lugar perdido en la Liga Adelante y se cortará toda la erosión y el deterioro de la marca Efesé. El año que viene, ya no lo dudo, puede ser un gran año. El año que viene, como cientos de cartageneristas, acudiré donde haya que acudir para arropar a mi Cartagena y repetir antes de apagar la luz: “Jinete que a tu misma grupa vienes/para entrar con las luces en batalla, /de la copa dorada, por tu empeño, /haz la degollación, tras el ordeño”. Ay, ay, ay.
Pedro-Roberto J.P. En un “Rincón para Doce”. Dies 4/7: ante diem duodevicesimum Kalendas Maias.
http://lamedusapaca.blogspot.com. En Twitter: @Logrocartg.


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