sábado. 20.04.2024

El Icue y…el dilema del café o té

Hoy, esta mañana el Icue estaba que saltaba de contento porque podía ver el partido a través de su PC. Jamás como hoy, como esta mañana, quiso mimar tanto a su PC y en su casa. El Icue, en sus saltos de contento, deseó darle las gracias, y así lo...
Hoy, esta mañana el Icue estaba que saltaba de contento porque podía ver el partido a través de su PC. Jamás como hoy, como esta mañana, quiso mimar tanto a su PC y en su casa. El Icue, en sus saltos de contento, deseó darle las gracias, y así lo hizo,  a Ken Olsen, visionario, objeto de escarnio y fundador de DEC, albor del PC, que gracias a él tengo encima de mi mesa de trabajo un portátil a través del cual he podido ver, gracias a la televisión melillense, la derrota de mí, nuestro, suyo FC Cartagena. Hace mucho que el Icue soñó con tener en casa un equipo como el del trabajo y luego poder trabajar con un dispositivo como el de casa y después hasta poder ver lo que más le gusta en esta vida que no es otra cosa que el fútbol de su Cartagena y…a distancia kilométrica.
Y en esa alegría estaba cuando el Icue trató de responderse a la pregunta de por qué el partido de hoy se jugaba a la hora del aperitivo. Y muy sencillamente llegó a la conclusión de que había que jugarlo al mediodía al ser Melilla una ciudad diurna, su actividad decae a la vez que el Sol y porque los melillenses son muy dados a alargar la sobremesa con la brisa y la languidez de su paseo marítimo.
Y en la respuesta a la pregunta estaba el Icue, cuando se dio cuenta del estado de este nuestro FC Cartagena, contemplando, no hemos necesitado de la información de nadie, que este equipo, desde el minuto primero, comenzó a vagabundear. Todos hemos visto, los que lo hemos visto, que este equipo, más que jugar, deambula olvidándose de su andador. Ha sido como el enigma de la esfinge. No hemos podido saber por qué en su deambular, extraño verbo, le han faltado no solo las dos patas, sino las tres, las cuatro  y hasta las... ¡seis!
El FC Cartagena ha ido a jugar a las puertas del desierto, donde la ciudad bebe de la cultura musulmana, cristiana, judía e hindú. Y solo se ha traído para Cartagena marroquinería de deshecho. Se ha asomado al balcón de África pero no la ha visto. Melilla se les ha escondido. A este equipo nuestro se le ha contagiado  la calma melillense ya que tuvieron que comenzar muy pronto la mañana y no supieron digerir el temprano desayuno. Fue allí donde se planteó el primer dilema de elegir entre  café o té verde. No supieron acertar en la elección y se quedaron dormidos como conversando vivencialmente con musulmanes, cristianos, judíos e hindúes y esto les atrofió. Al final cuando despertaron se dieron cuenta de que, estando a las puertas de una de las tiendas de marroquinería más reputada de la ciudad, solo tenían la opción de comprar babuchas, bolsos, alfombras y cojines llegados del “to barato” vecino Marruecos. 
A este Cartagena se le ha vuelto a parar el reloj y nos ha mostrado, fastuosamente, la tendencia a detenerse. Esta quietud de su reloj no es una anomalía, sino el lógico resultado de un despiste, otro más, que esta mañana lo ha ampliado desde el minuto en el que, por medio de Miguel Montes, marcó su primer gol. Tan parado ha estado que marchó al zoco a buscar un reloj de pared para ponerse en movimiento y encontró un carrillón cuando un jovenzuelo llamado Mustafá Abdeselam Mohand, “Chota”, proporcionó un martillazo para que se oyera la actividad vocinglera de los escasos asistentes al partido. El reloj se detuvo y, al marcar Mejías, todos pensamos que llegaba la remontada. Pero no, el Cartagena estaba sin pulso y en caída. Y el Icue pensó, a estas horas todavía sostiene, que de ésta salimos, que el bicho tiene cura.
 
La llegada de mis nietos me sacó del patio de operaciones que me había montado y tuve que ver troceados los diez últimos minutos en la tableta de uno de ellos. Hubo un momento en que el locutor dijo “gol del Cartagena” y pegué un respingo en la silla, cambiando rápidamente hacia la remontada. El caso es que en la web aparecieron, al lado del partido, unas gradas semivacías y mi mirada comenzó a vagar cada vez con más pereza hasta quedarme definitivamente fuera del partido.
Y como el viento de Levante nos aguó la fiesta, al Icue no le quedó otro remedio que acercarse hasta su cocina y cocinar, para sofocar las penas, un rape a la Rusadir, para homenajear al primitivo nombre del asentamiento. ¡Ay, ay, ay!
 
Pedro-Roberto J.P. En un “Rincón para Doce. Dies 9/29: ante diem tertium Kalendas Octobres. Nº 298.
http://lamedusapaca.blogspot.com.

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