viernes. 19.04.2024

El Icue y…los lloros de los aficionados

Hoy, 21 de marzo de 2012, día en el que arranca la primavera está permitido llorar a pesar de que D. Carlos Ríos Vidal, entrenador del FC Cartagena, no esté por la labor de quedarse llorando escondido en algún rincón del Cartagonova para que nadie lo vea. Él, supongo, prefiere...
Hoy, 21 de marzo de 2012, día en el que arranca la primavera está permitido llorar a pesar de que D. Carlos Ríos Vidal, entrenador del FC Cartagena, no esté por la labor de quedarse llorando escondido en algún rincón del Cartagonova para que nadie lo vea.

Él, supongo, prefiere llorar en su apartamento de la Alameda y que le frote las lágrimas su inseparable Javi Manzano. Llorar, señor Ríos, es de ricos y de pobres, de leídos y desleídos y llorar, también, es de hombres y de niños, fundamentalmente de niños, y también de aficionados al fútbol y, si estos son asociados o aficionados del FC Cartagena, todavía tienen más bula para poder llorar y, en su caso, a cántaros.

De todas formas en esto de los lloros, más tratándose del fútbol, suelen darse algunas excepciones: Llorar cuando La Liga todavía no ha terminado y acudimos al Cartagonova cada domingo que se abre para ofrecer fútbol es de personas decentes y distinguidas; Llorar por volver a esa Liga Adelante después de haber permanecido durante tres años en ella y durante gran parte de ellos permaneciendo en los escalones más altos de su rascacielos, no tiene perdón; Hacerlo, este año así ha sido, tras haber pasado unas eternas vacaciones por los verdes pastos, como diría el gran Alfredo Di Stéfano,  del Martínez Valero, los Pajaritos, Riazor, Balaídos, José Rico Pérez,  Juegos Mediterráneos, el Alcoraz y tantos otros, no sólo no es signo de debilidad, sino una muestra de insensibilidad máxima.

Al articulista, tanto o más que al Icue, le encanta Cartagena y es un apasionado del fútbol representado por el primer equipo de la ciudad.  Mi afición al fútbol nació, con nueve años, en el Armajal. Lo agobiante ahora, por eso lloro, es el otoño y el invierno futbolístico en el que esta ciudad está inmersa y la primavera que hay que superar, ojalá no, para volver al paraíso.

Pero ¡no preocuparse! también el otoño ofrece ventajas. Todo recuperará su arrogancia aunque los bosques se tinten de sienas y amarillos y hasta de blanquinegro ceniciento. Es cierto. Once meses pueden esperarnos para alcanzar el próximo mayo. Pero también once meses pueden separarnos del primer baño al lado del submarino junto a tí, querido Icue, y junto a tantos otros. Y en este mundo, todo es relativo y así hay que tomarlo y aceptarlo. Yo, por si acaso, ya estoy preparándome.

Si esto ocurre, que puede ocurrir, desearía estar aviado de un buen bastón en el que apoyarme. El bastón, amigable Icue, realza el respeto. Se puede usar para señalar la linde de una propiedad campera al invitado y hasta para apoyarse y caminar pasito a pasito por esos campos desérticos y sedientos de la 2ª B.

Un bastón a mano, en esto del fútbol que estamos o en el que podemos estar, es fundamental. Existen perros futboleros que surgen imprevisiblemente de casas particulares. Pululan perros de aficionados futboleros que pasan del ladrido al gruñido y del gruñido a la exposición de la dentadura con exageración de colmillos. A falta de otras herramientas, el bastón, bien utilizado, introduce en la confusión al desagradable ser canino.

Si se trata de defenderse de un perro futbolero de tamaño medio o enano, que los hay sentados en las gradas, sillones  presidenciales o asientos de banquillo, el bastón hay que usarlo de inmediato. De ser un mastín, un dóberman, un rottweiler o un terrier inglés loco, el bastón no sirve para nada, la mordida o mutilación sobrevienen con mucha más dignidad.

El bastón es imprescindible para coger moras en septiembre. Ahí es donde hay que empezar. Las buenas siempre se hallan en los altos de las matas silvestres, que a su vez están abarrotadas de espinas. A fuerza de bastonazos caen las moras y se puede condimentar una buenísima mermelada que nadie prueba posteriormente. Está bien hacer mermeladas de mora. Pero jamás para probarlas. ¿Por qué, servicial Icue, debo esperar hasta septiembre, utilizar el bastón e ir por moras, si ahora las fresas ya están en sazón?

Para mí, en estos momentos de la cosecha, supone un gran esfuerzo hablar o escribir de mi Cartagena y hablar de una nueva cosecha, cuando no ha terminado ésta. Hoy, aun lloroso y no mojigato y apoyado en el bastón de la esperanza, he intentado hacerlo sin sollozos, aunque moleste sobremanera a los acomplejados. Pues tururú.

Finalizar hoy llorando y con un “tururú” es otro detalle que debe alejarnos de la común ordinariez. Así que... ¡Tururú! Es por ello por lo que esta temporada, que es sequía y hartazgo de los cartageneristas,  dejará de atormentarnos con esos lloros que, precisamente ahora, están dispuestos a fluir para recogerse en balsas de riego y acabar pertinazmente con ella, aunque usted, señor Ríos, no lo crea, ¡Ay, ay, ay!

Pedro-Roberto J.P. En un “Rincón para Doce”. Dies 3/14: Ante diem duodecimum Kalendas Apriles.

http://lamedusapaca.blogspot.com En Twitter: @Logrocartg

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