viernes. 29.03.2024

José Víctor Rodríguez, un ‘gallo’ distinto a todos

Voy a contar algo que sabe unos pocos, amigos míos y gente o aficionados de la época. Porque el destino quiso que JV acabase siendo mi entrenador en aquel Cartagena que acabó ascendiendo a Tercera. Yo venía del juvenil blanquinegro y me codeaba con los Arango, Barrera, Añil y compañía hasta que llegó...

Voy a contar algo que sabe unos pocos, amigos míos y gente o aficionados de la época. Porque el destino quiso que JV acabase siendo mi entrenador en aquel Cartagena que acabó ascendiendo a Tercera. Yo venía del juvenil blanquinegro y me codeaba con los Arango, Barrera, Añil y compañía hasta que llegó aquel argentino bigotudo, Iglesias, un central que era más bien un armario y un carnicero de aquellos años sobre el césped, por lo que no me dejó más opciones que recoger mis botas de fútbol, colgarlas y dedicarme al periodismo en el que ya estoy a punto de cumplir 40 años de profesión.

Así que quién me iba a decir entonces que JV, uno de mis ídolos de pequeño, acabaría siendo mi último entrenador y por mucho que él creyera en mí acabé cambiando el balón por aquellas máquinas de escribir de entonces. Sin darme cuenta pasé de tenerlo como entrenador a escribir sobre su trabajo. Y cuidadito porque muchas veces no le gustaba, tenía un temperamento que madre mía, si no te ponías firme podía comerte aquel ‘gallo’.

Con JV tuve muchas aventuras, aquella a la entrada de Albacete donde se ganó 0-1, cuando ordenó parar el autobús a unos cinco kilómetros, en plena carretera a la entrada de la ciudad manchega, para que Genaro Zapata pusiera a toda pastilla aquellas marchas militares con las que motivaba a sus futbolistas. A pesar del frio que hacia aquella tarde mandó que los dos o tres que viajábamos en aquel autobús y que no éramos jugadores que nos bajásemos. Lo que allí había que hablar era top secret y así fue.

Una mañana, en el viejo Almarjal, me lo tropecé saliendo de la caseta arbitral que era dónde él se cambiaba cuando era entrenador, para echarme un ‘puro’ de sopa pan y moja. Aquel día le había criticado en la página de Deportes del diario Línea, en dónde yo escribía, porque Melenchón no había sido titular en el último partido. "Pues todavía te quedan más reservas para criticarme” me dijo con un enfado que no disimulaba.

Pero JV acababa siendo tierno y cariñoso con su gente, con sus amigos. Le encantaba venir a Cartagena y saludar a sus amigos. "Soy el único murciano al que siempre me aplauden cuando vengo con otros equipos”, le gustaba decir con orgullo. Y era verdad. En Cartagena le querían. Aquí tenía a su hermano Miguel Ángel, parecido a él físicamente y con el que tenía una buena relación. Pero era un personaje en el más amplio sentido de la palabra.

Quiero decir que me siento orgulloso de haber sido un buen amigo suyo, de que acabase siendo mi último entrenador y del que aprendí mucho fútbol y triquiñuelas, que en eso se las pintaba solo. Llevaba meses temiendo este momento porque ya me habían dicho que no andaba demasiado bien. Tenía la esperanza de encontrármelo aún por alguno de esos campos de fútbol en los que tantas veces nos hemos visto, él con su libreta y sus apuntes y yo con mi mochila. Pero no ha podido ser así que me quedaré con los buenos recuerdos de este ‘gallo’ que un día me explicó en Las Torres de Cotillas cómo eran los espárragos blancos y porque había que incluirlo en la dieta de los futbolistas.

El Gallo, José Víctor Rodríguez, todo un genio al que nunca olvidaré.

José Víctor Rodríguez, un ‘gallo’ distinto a todos
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