miércoles. 24.04.2024
El gran problema del Castellón es que decenas de miles de aficionados profesan su fuerte sentimiento albinegro a los cuatro vientos, pero solamente cinco mil lo certifican sacándose su abono o suscribiendo, en su momento, la compra de acciones. Si las cifras se invirtieran, seguramente mucho mejor le iría al club albinegro. Posiblemente, el Castellón estaría en poder de gente nacida o vinculada con esta tierra y no hubiese tenido que venir alguien de fuera para dirigir los destinos albinegros. No comparto, igual que no compartí en su momento el trato que se le dispensó desde la grada a un buen hombre como Toni Bonet, el rechazo absoluto hacia los actuales propietarios del Castellón.

La imagen de Laparra y García Osuna saliendo del estadio Castalia escoltados por la policía no me dejó dormir el sábado por la noche. Me llegó al corazón, porque me parece tremendamente exagerado que en la tercera jornada de Liga, Castalia viva un ambiente tan esquizofrénico como el que se respiraba. Tan desproporcionado como la injusta derrota que sufrió el equipo de Amaral.

El albinegrismo se halla en guerra civil. Y en las guerras hasta los ganadores pierden. El club está en venta y ahora hay que esperar la llegada de compradores, algo que dudo que suceda. Dicho lo cual reitero mi discrepancia con algunos aspectos de la política deportiva de Osuna, pero también estoy convencido de que este equipo tiene más potencial del que aparenta ahora. Y también confío en que Amaral se deje de probaturas y empiece a alinear a los mejores, entre ellos a Carlos Sánchez, Palanca, Jonatan Valle, Omar Pérez o Rafita, porque hay cosas que son difíciles de explicar.

Uno de los grandes problemas del Castellón, y nadie se atreve a decirlo, es que todo el mundo se mira en el espejo del Villarreal. Fernando Roig solo hay uno. Es, sin duda, el mejor presidente del fútbol español y hemos tenido la suerte que ha caído en esta provincia. Pero se puede construir un gran club con otro proyecto diferente. Con más modestia, pero con mucha ilusión. En Madrid, el Atlético vive a la sombra del gran Real con una gran masa social detrás, igual que el Rayo. O en Barcelona, el Espanyol junto con el súper Barça. Esa es la gran realidad, pero lo cierto es que con ese clima de crispación es imposible tirar hacia adelante. En esta guerra solo hay un gran perdedor: el Castellón.

Los dueños del Castellón salen de su estadio escoltados por la Policía
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