26 de abril de 2010, 2:00
La Real no lleva una buena segunda vuelta como visitante. Ha perdido tres partidos y no ha ganado ninguno. Las dos salidas anteriores en Córdoba y en Huelva habían generado dudas porque a los nuestros les había faltado un punto de intensidad y bastante pólvora en ataque. Ante un Cartagena que también se está jugando una plaza en Primera, la Real reivindicó su categoría como visitante y demostró que tiene energía como para seguir peleando por sus sueños hasta que esto termine.
Porque les aseguro que esta temporada interminable se acabará un día. En menos de dos meses nuestros jugadores estarán de vacaciones y lo más probable es que se vayan con la ilusión de jugar al cabo de algunas semanas en Primera División.
Si no ocurre alguna cosa rara en las ocho últimas jornadas, la Real regresará al lugar que le corresponde. Ayer demostró que es capaz de competir de igual a igual con un adversario de la talla del Cartagena. Lo hizo con once jugadores y también lo hizo con diez. Hacía tiempo que no veíamos semejante solvencia jugando con un jugador menos. Porque este equipo había sido capaz de resistir con diez, pero ayer hizo algo más que eso.
No fue nunca inferior al Cartagena y a estas alturas tengo la sospecha de que sin la expulsión de Aranburu, la Real se hubiera traído los tres puntos del Cartagonova. No hace falta decir que la expulsión fue un exceso, que Teixeira enseñó demasiadas tarjetas para un partido que fue duro, pero también noble y que ese error arbitral pudo resultar decisivo.
No decidió nada porque los realistas se sobrepusieron al golpe con entereza y no perdieron la cara ni al partido ni al rival. El Cartagena tiene uno de los mejores ataques de la categoría, pero su balance ofensivo se redujo a bien poco. El gol llegó en un córner peinado en el primer palo. Riesgo aguantó en su salida ante De Lucas y Carlos Martínez corrigió sobre la raya un error previo en el marcaje. El resto fue nada.
No es que la Real hiciera demasiado peligro mientras estuvo con once, pero había anotado un gran gol. Había puesto a prueba al meta rival con dos
La intensidad y la emoción del primer tiempo nos hacían esperar una segunda mitad de máxima tensión. Para la Real y para el Cartagena el único temor en el descanso era el de no terminar con todos sus efectivos sobre el campo.
Corrió un riesgo enorme Rivas y un momento después Aranburu pagó los platos rotos. Metió la punta del pie. No tocó ni balón ni adversario, al final el jugador del Cartagena se trastabilló un par de metros más allá y el capitán se encontró en la ducha antes de tiempo.
La Real se quedó con diez y estaban en el campo Nsue, Agirretxe, Zurutuza y Prieto. El peligro de que el equipo se partiera por el eje era evidente. Ante un equipo que se lleva con el balón mejor que bien el peligro se multiplicaba. Pero a la hora de la verdad todos se aplicaron en la tarea de defender y no renunciaron a jugar el balón cada vez que lo recuperaron. De repente la Real daba un puñetazo encima de la mesa y demostraba que tiene argumentos para ganar a cualquiera, en cualquier campo, en cualquier circunstancia, incluso con diez.
Lasarte movió el banquillo con serenidad y con sensatez. Primero salió Markel para fortalecer el centro del campo. Zurutuza fue el sustituido, seguramente para no correr el riesgo de no poder contar con él el sábado contra el Rayo. Griezmann entró por Agirretxe y dio pruebas de coraje y de lucidez como para reforzar las opciones de su equipo. Viguera debutó con la Real en los minutos finales y puso su fuerza y su corazón al servicio de la causa.
El resto se multiplicó para cubrir la ausencia de su capitán, incluido Rivas que tenía una torcedura de tobillo desde el primer tiempo. El Cartagena no tuvo ni una ocasión, hasta cuando en el tiempo de descuento volvió a crear peligro a la salida de un córner, pero Riesgo sacó una mano salvadora y el tiempo se agotó sin que el marcador se volviera a mover.
Tal como fue el partido, el punto es valioso, pero más importancia tiene dejar la imagen que la Real dejó en Cartagena. Es un señor equipo y a veces se nota.
Porque les aseguro que esta temporada interminable se acabará un día. En menos de dos meses nuestros jugadores estarán de vacaciones y lo más probable es que se vayan con la ilusión de jugar al cabo de algunas semanas en Primera División.
Si no ocurre alguna cosa rara en las ocho últimas jornadas, la Real regresará al lugar que le corresponde. Ayer demostró que es capaz de competir de igual a igual con un adversario de la talla del Cartagena. Lo hizo con once jugadores y también lo hizo con diez. Hacía tiempo que no veíamos semejante solvencia jugando con un jugador menos. Porque este equipo había sido capaz de resistir con diez, pero ayer hizo algo más que eso.
No fue nunca inferior al Cartagena y a estas alturas tengo la sospecha de que sin la expulsión de Aranburu, la Real se hubiera traído los tres puntos del Cartagonova. No hace falta decir que la expulsión fue un exceso, que Teixeira enseñó demasiadas tarjetas para un partido que fue duro, pero también noble y que ese error arbitral pudo resultar decisivo.
No decidió nada porque los realistas se sobrepusieron al golpe con entereza y no perdieron la cara ni al partido ni al rival. El Cartagena tiene uno de los mejores ataques de la categoría, pero su balance ofensivo se redujo a bien poco. El gol llegó en un córner peinado en el primer palo. Riesgo aguantó en su salida ante De Lucas y Carlos Martínez corrigió sobre la raya un error previo en el marcaje. El resto fue nada.
No es que la Real hiciera demasiado peligro mientras estuvo con once, pero había anotado un gran gol. Había puesto a prueba al meta rival con dos
La intensidad y la emoción del primer tiempo nos hacían esperar una segunda mitad de máxima tensión. Para la Real y para el Cartagena el único temor en el descanso era el de no terminar con todos sus efectivos sobre el campo.
Corrió un riesgo enorme Rivas y un momento después Aranburu pagó los platos rotos. Metió la punta del pie. No tocó ni balón ni adversario, al final el jugador del Cartagena se trastabilló un par de metros más allá y el capitán se encontró en la ducha antes de tiempo.
La Real se quedó con diez y estaban en el campo Nsue, Agirretxe, Zurutuza y Prieto. El peligro de que el equipo se partiera por el eje era evidente. Ante un equipo que se lleva con el balón mejor que bien el peligro se multiplicaba. Pero a la hora de la verdad todos se aplicaron en la tarea de defender y no renunciaron a jugar el balón cada vez que lo recuperaron. De repente la Real daba un puñetazo encima de la mesa y demostraba que tiene argumentos para ganar a cualquiera, en cualquier campo, en cualquier circunstancia, incluso con diez.
Lasarte movió el banquillo con serenidad y con sensatez. Primero salió Markel para fortalecer el centro del campo. Zurutuza fue el sustituido, seguramente para no correr el riesgo de no poder contar con él el sábado contra el Rayo. Griezmann entró por Agirretxe y dio pruebas de coraje y de lucidez como para reforzar las opciones de su equipo. Viguera debutó con la Real en los minutos finales y puso su fuerza y su corazón al servicio de la causa.
El resto se multiplicó para cubrir la ausencia de su capitán, incluido Rivas que tenía una torcedura de tobillo desde el primer tiempo. El Cartagena no tuvo ni una ocasión, hasta cuando en el tiempo de descuento volvió a crear peligro a la salida de un córner, pero Riesgo sacó una mano salvadora y el tiempo se agotó sin que el marcador se volviera a mover.
Tal como fue el partido, el punto es valioso, pero más importancia tiene dejar la imagen que la Real dejó en Cartagena. Es un señor equipo y a veces se nota.
