miércoles. 24.04.2024

Morir con las botas puestas. Es lo justo y necesario para un profesional. Pero lo que ayer dejaron los futbolistas del Nàstic en el césped del Nou Estadi, como recuerdo de una temporada de pena, fue una broma de mal gusto. Un partido de chiste en el que no se ríe ni el que lo explica. El final tiene poca gracia: 2ªB. La poca esperanza que otorgan los números –por una cuestión de tiempo las matemáticas todavía no dicen que el Nàstic está en 2ªB, ‘sólo’ señalan que están a ocho puntos– la borra la imagen del equipo.

La derrota es lo de menos. Francamente, una victoria tampoco hubiera cambiado mucho el aciago destino que se acerca a toda velocidad (la misma que les falta a los jugadores sobre el campo). Duele la actitud. Ningún aficionado puede aceptar que en un encuentro a vida o muerte, su equipo, en casa y con un 0-1 en el marcador,  sólo ataque con dos hombres. Y el que quiere hacerlo aprovechando un saque de esquina, Rubén Pérez, quiere pero su entrenador se lo impide. Mientras, el resto de los jugadores se quedan mirando. ¿Qué esperan? ¿Aplausos? Con la nueva reforma laboral, por mucho menos, uno se puedo quedar de patitas en la calle.

El balón quemaba. Nadie quería responsabilidad. El miedo a fallar un gol, un pase o un control convirtió en plomo las piernas de los futbolistas granas. Jugadores llamados a ser determinantes o ejes del equipo, como Longás o Arzu, parecían esconderse. Huir del olor a cuero. Por todo, no es extraño que la mayoría de los 3.694 espectadores fueran desfilando con rostros resignados hacia casa a la media hora de la segunda parte. Comprensible. Igual lo será si deciden no volver hasta el año que viene.

MELERO LOPEZ A ESCENA
Melero López, colegiado del partido, andaluz, puso su chispa negándose a señalar –es imposible que ni él ni su asistente lo vieran– un penalti sobre Morán del tamaño de la Catedral de Tarragona. El madrileño supera al portero rival, Mariño, que le derriba cuando va a marcar a puerta vacía. Una pena máxima, acompañada de expulsión, que hubiera apañado la pésima primera parte del Nàstic y, al mismo tiempo, habría puesto el partido de cara.

El penalti también habría ahorrado 54 minutos de espera para ver el primer disparo a puerta del cuadro grana. Ese fue el tiempo que tardó el conjunto de Jorge D’Alessandro en chutar entre los tres palos de la portería del internacional sub-21 Mariño. El autor del disparo fue Peragón y su tiro acabó donde suele hacerlo habitualmente, estrellado en la madera. La suerte se la tiene jurada al madrileño.

Regalar el balón a un filial como el Villarreal B es un suicidio. Tienes que tener muy claro cuáles son tus armas. Además de ser eficiente de cara a puerta. Y el Nàstic no tiene ni lo uno ni lo otro. Jorge D’Alessandro planteó un partido basado en la presión a la salida del balón del filial castellonense. Fue inexistente. Las líneas estaban muy distanciadas, con lo que el Villarreal B tenía todo el espacio para salir con facilidad del frágil empuje grana. Luego la calidad la ponía Manu Trigueros. Espectacular el centrocampista de Talavera de la Reina. 20 años de clase y un futuro que se atisba brillante. Movió a su equipo como quiso y encerró al Gimnàstic en un rondo eterno.

Arzu y Rodri, encargados de recuperar balones, corrían desesperados. Sólo la buena colocación de los dos centrales tarraconenses, Xisco Campos y Mairata, impidió que las triangulaciones amarillas acabaran en acciones peligrosas. Las que pese a todo hacían peligrar la portería grana eran rechazadas por las manos de Rubén Pérez. Especialmente buena fue la estirada, en el minuto 33, que impidió que el magistral lanzamiento de falta de Trigueros acabara en el fondo de las mallas. Antes ya había puesto los dedos para desviar a córner un disparo de Lucas Porcar tras una triangulación con Trigueros.

El despropósito era evidente  cuando el Nàstic tenía la posesión del balón. Con Longás escorado en la banda izquierda y Morán haciendo dupla con Hugo Bargas la gestión de la posesión del esférico era calamitosa. Arzu y Rodri tienen muchas virtudes pero entre ellas no se encuentra la capacidad de distribución. No encadenaban ni tres pases seguidos. El balón o no llegaba a destino o se pasaba tres pueblos o cuando por fin alguien la controlaba se la dejaba atrás.

Poner a Longás en un extremo es desperdiciar a un buen director de juego y se deja sin efectos una banda. Lo de Hugo Bargas es harina de otro costal. Su partido fue horrible. Incordió más que ayudó a Morán en la presión y sus movimientos sin balón perjudicaban más que facilitaban la tarea ofensiva. Si D’Alessandro hubiera optado por cambiar el jugador antes de la primera parte nadie se hubiera extrañado. Ni la indignación por el penalti no señalado, en el 35’, puso intensidad en las filas granas.

PALO DE PERAGÓN
Tras el descanso llegaron los únicos minutos en los que el Nàstic mostró la voluntad de ir a por el partido. El acercamiento de las líneas complicó la circulación del Villarreal B y dio empuje al conjunto de D’Alessandro. Un disparo a las nubes de Dani Abalo, después de una gran jugada de Morán, precedió el palo de Roberto Peragón que había sustituido a Hugo Bargas. El madrileño le gana la posición a su defensor en un balón largo y manda el cuero a la madera. Minuto 54. Punto final de las apariciones del Nàstic en el interior del área castellonense.

Las ocasiones volvieron a procederse en las cercanías de los dominios de Rubén Pérez. Hasta el definitivo tanto de Lucas Porcar. A pase, cómo no, de Trigueros que se hace a tantos jugadores granas como le salen al paso hasta llegar a línea de fondo y poner el esférico al segundo palo.

Ni con todo perdido, partido y categoría, fueron los futbolistas granas a por todas. Tuni y Rey buscaban acciones individuales porque tampoco se veían acompañados para nada más. Sólo Peragón, rodeado de contrarios.

Ya está. Se acabó. No hay nada más que hacer. Los casi cuatro meses que quedan para finalizar la Liga, y un ciclo dorado en la historia del Nàstic en Segunda, se harán largos. Como mínimo se puede ir adelantando trabajo. Somos de los pocos que sabemos dónde jugaremos el año que viene.

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