jueves. 28.03.2024

Ha sido una decisión dolorosa e ingrata para los convencidos de que Alberto Monteagudo tendría que seguir  y cumplir su contrato hasta junio de 2019. Una resolución meditada desde quienes la han tomado (consenso entre las partes, en busca de una salida honrosa y la menos  traumática) y lógica y normal para quienes han comprobado que la presión y la fuerza de la grada se ha notado cada día con más fuerza por la evidencia de que en la fase de ascenso el Cartagena no ha sido un conjunto fiable y así fue empujado al fracaso. Aunque a Monteagudo no se le debe  achacar todo el estropicio de no ascender. Sería injusto. Habría que analizar situaciones y las causas por las que físicamente el equipo no solía llegar bien al final de los encuentros.

Este Cartagena campeón no  ha sido  convincente  en el estadio municipal en contraste con los buenos marcadores fuera de casa, excepto en la fase de ascenso, con cero goles marcados en las porterías de los anfitriones Rayo  Majadahonda, Celta B y Extremadura.

El pulso de la calle no estaba por la labor de que siguiese Monteagudo y las estadísticas finalizado el playoff arrojaban un 80% de votos contrarios a la continuidad del albaceteño en unas funciones para las que sin duda ha trabajado mucho. Pero su blindaje con el club le ha perjudicado a la larga más que le ha favorecido.

 Las exigencias del Cartagena a escala de afición y entorno ambiental, al margen de la confianza  a carta cabal por parte de quienes lo contrataron hace dos años y medio, ha tropezado con factores  que han hecho que el de Valdeganga, al que un día echaron injustamente del La Roda  se viese perjudicado por sus dudas y vacilaciones en determinaciones tomadas con la mejor voluntad pero sin resultados certeros a la hora de la auténtica realidad de los partidos clave, que son los que encumbran o hunden. Se le ha achacado un miedo en la estrategia y un conservadurismo. Así no ha llegado a alcanzar marcadores amplios, por encima de dos goles de diferencia.

La suerte influye y Monteagudo, por lo general un buen tipo que finalmente se ha quemado en el banquillo,  no la ha tenido. Habrá merecido  un guiño de la fortuna por su tenaz implicación en el propósito de triunfar como entrenador en edad de ir mejorando y que  sale del Cartagena con un currículo reforzado por unas estadísticas parciales como aval, suficiente  que le harán dar pronto con nuevo club, pero perjudicado por el lado oscuro, la caída en los últimos escalones de los playoff y por la manera de afrontar el esfuerzo en la Copa del Rey, con una sorprendente determinación de alinear más suplentes que titulares ante el primer equipo del Sevilla en el Cartagonova. Una fase eliminatoria que otros, como la Formentera,  se tomaron más en serio hasta eliminar al Athletic en San Mamés con un gol de Muñiz en el último suspiro.

Una ingrata salida, además de esperada
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