Un artículo de opinión de CARLOS SÁNCHEZ (@charlidsg)
Me llevé una gratificante sorpresa cuando, el domingo por la noche, los compañeros de Popular TV ponían la clasificación del grupo IV sobreimpresionada en la pantalla. Después de lo amargo del punto conseguido ante el Betis B por la mañana - no tanto por el punto en si, sino por la manera de conseguirlo - resulta que el Cartagena está décimo (10º), sí, sí, décimo en la clasificación. Eso sí, más cerca de abajo que de arriba, ya que hay 7 puntos hasta el cuarto clasificado y solo 2 de ventaja con respecto al Algeciras, ahora en promoción de descenso.
Sin duda es lo mejor de este tramo de temporada en el que al Cartagena le asaltan las dudas y parecen estar confundiendo a un equipo que, pensábamos, tenía su identidad muy definida. Los primeros partidos de liga nos trazaban un panorama en el que todos conveníamos que, con un par de retoques y de ajustes, el equipo tenía potencial para tratar de tú a tú a todo el mundo, sin menospreciar a nadie. Sin embargo, parece que la receta aplicada en esos ajustes no está siendo la idónea.
Por poner un ejemplo gráfico: al principio de temporada teníamos un coche deportivo muy potente, capaz de ir muy rápido, pero con el que nos estrellábamos con facilidad. En vez de aprender a conducirlo, hemos optado por bajarle la potencia. Ahora nos estrellamos menos, mirando los datos - solo 1 gol encajado en los 3 últimos partidos - pero nos hemos dado cuenta de que ya no tenemos un deportivo, ahora conducimos un utilitario. Sirve todavía para ganar carreras, pero no es el coche del que todos nos sentíamos orgullosos.
El miedo, las dudas surgidas a raíz de los malos resultados han hecho que nos planteemos - y, lo que es peor, que los jugadores se planteen cuando están sobre el campo - cual es la manera de jugar de este Cartagena. Hay que reencontrar la identidad que se tenía al inicio de liga. Hay que buscar de nuevo ser un equipo que presione alto en defensa y que trate bien la pelota en ataque. Hay que volver al origen de la idea que traía Víctor. Porque, a pesar de todo, todavía hay tiempo.
