martes. 16.04.2024

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Me gusta que el Cartagena esté en Segunda División. Me gusta que visite estadios como Butarque, el Tartiere, el Molinón o el del Espanyol. Que juegue contra equipos mejores que él, que le harán crecer. Sin embargo, no me gusta que no se compitan esos compromisos, que el equipo salga con la sensación de que es muy fácil que le hagan daño y muy improbable que lo haga él, que no ponga contra las cuerdas a estos transatlánticos.

Me gusta que el entrenador del Cartagena sea joven, preparado y trabajador. Me gusta que trate de darle un sello propio al equipo y que estudie a los rivales hasta la obsesión. También me gusta que parece tener las ideas claras y que vaya rectificando cuando los planteamientos no le salen bien. Pero no me gusta que no acierte en esos planteamientos de inicio, como tampoco me gusta su querencia por un perfil de jugador muy joven y con calidad, pero con mucho por desarrollar aún, desechando a otros veteranos que seguro continuarán aportando. Tampoco me gusta la gestión que ha tenido con determinados jugadores que han llevado al equipo hasta aquí, como Elady, Cordero o Carlos David, que merecían y merecen su oportunidad en Segunda con todas las de la ley.

Me gusta que futbolistas como De La Bella o Rubén Castro, con unas trayectorias muy dilatadas y exitosas en Primera y Segunda vengan aquí a jugar, porque eso quiere decir que les atrae el club, el proyecto, la ciudad. Hay mimbres para reforzar con nombres de calidad contrastada.

No obstante, no me gusta que, en la mayoría de ocasiones, hay que esperar hasta el final del mercado, con la liga empezada, para incorporar estos futbolistas, ya que propicia que haya puntos que se queden por el camino. Y tampoco me gusta que las salidas se alarguen tanto en el tiempo. Pese a que se ha dado un cóctel que ha propiciado llegar a este punto (renovaciones automáticas en caso de ascenso, mercado que se alarga en el tiempo e incertidumbre entre los equipos de Segunda B), me parece que la gestión de este apartado es manifiestamente mejorable.

Me gusta que el aficionado viva y sufra su equipo. Me gusta que aunque no lo va a poder vivir en directo por culpa del dichoso virus, la masa social siga latente y genere opiniones diferentes en torno al Cartagena. Me gusta porque eso significa que hay entidad suficiente para seguir construyendo el futuro.

Aunque no me gusta que se pierdan los nervios y el foco, que por querer tanto lo mejor acabemos propiciando lo peor. No me gusta que pasemos del blanco al negro inmediatamente. Pues como pretendo hacer ver con esta columna, siempre habrá cosas que nos gusten, y otras que no.

 

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