martes. 23.04.2024

Felipe y su bandeja de pasteles

 Yo sabía que Mesones estaba mal. De salud. Prisionero sin salida de una enfermedad con apellido alemán que pronunciarla ya asusta. Felipe Mesones había echado raíces en Murcia y era un murciano más. Casado con murciana (Puri) y con hijos de la capital de la huerta. El argentino entró en la historia cartagenerista cuando nadie lo conocía como entrenador. “Este tipo viene del Mahón. ¿Quién es?”, preguntaban los aficionados de la época, Alfonso El Cura, guardia de la Junta del Puerto de Cartagena. Y le contestaba su amigo Joaquín Conesa Avilés, fotógrafo que vivía en Santa Ana, cerca del Helipuerto, que tampoco ahora está: “Bueno, ¿y qué?” Felipe vino al Almarjal a cata, como los melones, y salió buenísimo.

Comenzó a trabajar y su currículo estancado o finiquitado por la enfermedad rebosa de años dedicados a equipos de solera que confiaron en él y volvieron a confiar porque a la mayoría volvió a servir. Mi compañero en SCT Manuel Ángel, que estuvo en Diario de Murcia y trabajó un montón de años en La Opinión, también con mucha mili radiofónica a cuestas, ha escrito una excelente semblanza de Felipe Mesones, y colocada está cerca de este recuadro de opiniones. M.A. Balaguer, hoy director de nuestro digital,  lo conoció más que yo, así que dejaré constancia de alguna pincelada de las peculiaridades profesionales de Felipe en el régimen interno de su quehacer.

Por ejemplo, en los comienzos de su carrera, en los desplazamientos con el Cartagena Felipe hacía comprar para sus jugadores, en la confitería más cercana, para consumir el día anterior al encuentro en el hotel de concentración, una bandeja de pasteles atestada por merengues, ‘sevillanos’, barquillos de crema, tocinicos de cielo, cuando los nutricionistas aún no habían entrado a trabajar en los clubes y se sabía que las calorías engullidas de más se iban a quemar con veinte carreras en el césped. Aquel dulce ritual le solía dar suerte en el partido correspondiente a este gran entrenador.

Otro apunte que describe algunas costumbres de Mesones como preparador, al hilo de la superstición deportiva tan extendida, era el uso de calcetines de determinado color (parece que el rojo era el preferido) para afrontar los días de partido y tentar la suerte.

Felipe y su bandeja de pasteles
Comentarios