Y en este inicio de temporada he palpado algo que nunca sentí. Un gran avance : pensar en Primera como algo posible. Hasta ahora, parecía imposible sólo plantearlo. Este año ya no.
Y los medios informativos están ayudando a terminar con este tabú.
No sé si se tomó en serio aquella temporada, la mejor, con JIM en el banquillo y desgraciado y oscuro final.
Se planteó, pero no del todo, la pasada temporada cuando estuvimos coqueteando con los puestos del play off. Clasificarnos ¿por qué no? pero ascender se veía demasiado lejos. No la realidad sino simplemente la posibilidad.
Este año, tercera consecutiva en 2ª A, se piensa un poco en Primera. Subir es dificilísimo y no sé cuánto tardaremos, pero se ve como asequible. Pasar de que no puede ser a pensar en subir a… Un gran paso.
Yo lo he visto casi necesario durante muchos años y me endemoniaba cada vez que hablaba con alguien de esta posibilidad y me miraba como si lo estuviera invitando a comer en Marte y después a cenar en la Luna.
Pero ¿no somos la única ciudad de España de más de 100.000 habitantes que nunca ha estado en Primera?
¿No son muchas las que han estado y siguen estando con menos habitantes que nosotros y con los mismos años o menos en el fútbol?
¿Es que son mejores que nosotros esas ciudades y sus habitantes en ilusión, en organización, en entusiasmo, en apoyos, en amor a la tierra, en regionalizar el equipo –como ahora pretende en una gran idea el FC- o en qué?
Pues creo que incluso esa opinión pública cartagenera, que antes pensaba que quería invitarla a cenar en la Luna porque hablaba de un FC en Primera, ya hay muchos que lo ven como posible y añadiría, que necesario. ¿Exagero?
Sólo falta extender esta idea al cartagenerismo que no va al fútbol pero es simpatizante y comparte todas las alegrías que nos da el FC e incluso a los indiferentes o quemasangres que los hay.
Un Cartagena FC en Primera sería la suprema felicidad. Un milagro para la ciudad. Un río de riqueza. ¿Por qué no pensar que podemos verlo? Y que, haciendo las cosas bien, está en nuestras manos. Y con un poquitín de suerte, claro. Que es lo que siempre nos ha faltado.