El nombre de la compañía, UFC, son las siglas de “Ultimate Fighter Championship”, es decir, el campeonato del guerrero definitivo. Y así nació esta promotora en 1993 de la mano de un pelador, Rorion Gracie, perteneciente a una de las estirpes más importantes de las artes marciales, y otros asociados, con el objetivo de descubrir al “luchador definitivo” haciendo que se enfrentasen peladores de distintas disciplinas sin imponer, prácticamente, reglas. En su primera edición, celebrada en Denver, participaron guerreros que provenían del boxeo, el karate, el judo o el jiu-jitsu, por poner algunos ejemplos. Y fue, finalmente, Royce Gracie, miembro de la familia de uno de los organizadores, quien se alzaría con la victoria con sus conocimientos de Jiu-Jitsu.
Los inicios no fueron fáciles, ya que muchos consideraron el espectáculo como una “salvajada”, demasiado sangriento, alejado de otras disciplinas más estilizadas como el boxeo y carente de unas reglas que le dieran algo de forma a los combates. Hubo que esperar a 2009 para que en su edición número 100 una cadena como ESPN retransmitiera uno de sus eventos a nivel masivo. Para que esto ocurriera es primordial explicar que unos años antes, en 2001, un trabajador de la compañía, Dana White, al enterarse de la intención de la matriz poseedora de la UFC de salir a la venta, convenció a unos inversores para comprarla y ponerlo al frente como director general.
El reinado de Dana White
White le dio un giro absoluto a esta promotora y quiso plantear sus eventos como un espectáculo que una gran mayoría de la sociedad pudiese ver sin sentir que estaba ante una sangría sin sentido, sacando él mismo, lógicamente, algo de rédito personal. Con él llegaría un estilo diferente de promocionar los combates, una publicidad mucho más cuidada y la búsqueda de la repercusión que hoy ha conseguido, con eventos que suman PPV de más de 2,5 millones de espectadores, como ocurrió con el McGregor vs Khabib.
La expectación que crean hoy los eventos de UFC ya ocupan todos los aspectos mediáticos que, hasta ahora, eran privilegio de los deportes tradiciones que triunfaban a nivel masivo. Un buen ejemplo de ello son las apuestas para establecer el ganador de cada contienda de las veladas de MMA de esta compañía: las visitas de los seguidores a los portales de pronósticos, tanto para hacer su previsión como para comprobar cómo ven los demás el potencial resultado, se han disparado en los últimos años. Lo mismo ocurre con las redes sociales como YouTube o Twitch, que cada vez dan más contenido relacionado con la compañía de Dana White; eso sin contar las confrontaciones vía Twitter de los peleadores para “calentar” su siguiente combate.
Años después de su creación, los hechos son incontestables: su máxima estrella, Conor McGregor, fue el deportista mejor pagado del pasado 2021; la compañía que, por consejo de White, compraron los Fertitta por 2 millones de euros, en 2016 se vendió por 4.000 millones; los PPV se mueven, cada fin de semana, en torno al medio millón o al millón, pero el objetivo de su Director General es llegar a los 5 ó 10 millones y desplazar al fútbol como primera opción deportiva en materia de audiencia. En definitiva, un camino ascendente que no tiene visos de detenerse a corto plazo. Hoy, la UFC es un caso de éxito y de estudio a nivel empresarial y de marketing; y en gran parte gracias a un empleado observador y con mucha ambición.