24 de junio de 2010, 2:00
Juan Ignacio siempre ha sido un técnico discutido. Durante el viaje a Huelva, en el autobús, se formó una interesante tertulia. De los cuatro contertulios que estábamos, tres atizaban a JIM, antes y después del partido. Y las últimas decisiones que está tomando están dividiendo a la afición cartagenerista.
A nadie le gusta que se vaya nadie. Las personas crean vínculos de amistad en su alrededor, que se resienten en situaciones como ésta. Parece ser que a Juan Ignacio le han dado plenos poderes para hacer y deshacer el cuerpo técnico y la plantilla a su antojo. Y lo está haciendo. Quizá las formas no sean las mejores – ya lo he dicho con anterioridad – pero, por lo menos, demos tiempo a ver como surgen los resultados.
No conviene olvidar que este entrenador es el que nos ha llevado a este sueño, el que ha sabido utilizar los recursos para que el Cartagena haya hecho este campañón que se ha marcado. Si bien es cierto, que en el fútbol moderno el éxito del entrenador depende, en gran medida, del equipo de trabajo que lleva detrás. Si por la razón que fuera, su trato a nivel personal con los miembros del cuerpo técnico ha cambiado o no es la mejor posible, casi prefiero que hayan salido a que eso se enquiste. También he leído que muchas veces Sergio Inclán leía mejor los partidos que JIM y se lo hacía ver. Pues bien, al menos, démosle tiempo. Si era el bueno de Sergio el que le sacaba las castañas del fuego a Juan Ignacio, se verá con el paso de los partidos. Pero creo que, al menos, el entrenador se ha ganado la paciencia de la afición.
Tiempo, paciencia. Tan fácil y tan difícil. Si bien es cierto que no todo el mundo le discute – sí, aunque parezca mentira he encontrado gente que le defiende – está claro que, sin haberse jugado un solo partido de la nueva temporada, ya está en un brete. El tiempo pone a cada uno en su sitio. Esperemos, pues.
A nadie le gusta que se vaya nadie. Las personas crean vínculos de amistad en su alrededor, que se resienten en situaciones como ésta. Parece ser que a Juan Ignacio le han dado plenos poderes para hacer y deshacer el cuerpo técnico y la plantilla a su antojo. Y lo está haciendo. Quizá las formas no sean las mejores – ya lo he dicho con anterioridad – pero, por lo menos, demos tiempo a ver como surgen los resultados.
No conviene olvidar que este entrenador es el que nos ha llevado a este sueño, el que ha sabido utilizar los recursos para que el Cartagena haya hecho este campañón que se ha marcado. Si bien es cierto, que en el fútbol moderno el éxito del entrenador depende, en gran medida, del equipo de trabajo que lleva detrás. Si por la razón que fuera, su trato a nivel personal con los miembros del cuerpo técnico ha cambiado o no es la mejor posible, casi prefiero que hayan salido a que eso se enquiste. También he leído que muchas veces Sergio Inclán leía mejor los partidos que JIM y se lo hacía ver. Pues bien, al menos, démosle tiempo. Si era el bueno de Sergio el que le sacaba las castañas del fuego a Juan Ignacio, se verá con el paso de los partidos. Pero creo que, al menos, el entrenador se ha ganado la paciencia de la afición.
Tiempo, paciencia. Tan fácil y tan difícil. Si bien es cierto que no todo el mundo le discute – sí, aunque parezca mentira he encontrado gente que le defiende – está claro que, sin haberse jugado un solo partido de la nueva temporada, ya está en un brete. El tiempo pone a cada uno en su sitio. Esperemos, pues.
