DESDE UN HERMOSO PUEBLO NEVADO DE LA RIOJA

Dos estalactitas de hielo

Presencié, ayer, el partido desde este “Rincón para doce”, con un frío de nevazo y cuchillada, un paisaje de escarcha y plomo, con aristas de vientos esquineros y traidores, y con cellisca ventisquera de copos tiritones que me recordaba ese frío de pobres y rescataba la evocación de una época...

Presencié, ayer, el partido desde este “Rincón para doce”, con un frío de nevazo y cuchillada, un paisaje de escarcha y plomo, con aristas de vientos esquineros y traidores, y con cellisca ventisquera de copos tiritones que me recordaba ese frío de pobres y rescataba la evocación de una época de sabañones fogones y braseros.

Por eso se me hizo antipática esta punzada de las dos estalactitas de hielo que nos clavaron los dos estiletes del buen equipo Herculano, venidos del Este y acostumbrados en esos países gélidos a estos avatares.

Al comienzo, y durante casi todo el primer tiempo, el frío apenas fue un incidente menor, un contratiempo intrascendente ya que estaba perfectamente pertrechado frente al hogar con esos troncos de encina ardiendo y que alegraban, con candela, esa esperanza de no saltar del tercer puesto de la clasificación.

Total, que pasaba el tiempo, se hacían, casi las dos, y aquello no se aclaraba.

En ese momento comenzó a tornarse literario lo que hasta entonces hubiera pasado por simplemente periodístico. Llevaba dos horas largas sentado y seguía allí atrapado por el sentimiento, ya en el cuarto puesto de la clasificación, sin saber por cuánto tiempo, aunque supongo y deseo que no por mucho, porque, hombre, a estas alturas de competición ya se vislumbra que los lóbregos cierzos castellanos darán paso a los calidos vientos del sureste y, si puede ser Leveche, mejor.

Estoy congelado, en el ánimo, pero, la primavera está despertando.