sábado. 27.04.2024
Las noticias que llegaban desde el Stadium Gal eran favorables desde un primer momento. El Real Unión se adelantaba pronto en el marcador, cumpliendo con la mitad de la cábala que todo el mundo tenía en mente. Los minutos iban pasando con la mirada puesta en el Stadium Gal y con el segundo gol de los irundarras, cantado dentro de estadio, se afrontaba el partido con la confianza en un final feliz.

El ambiente, como siempre, espectacular. A pesar de que no me acabo de acostumbrar a ver el Cartagonova bañado por la luz de la luna, la atmósfera que se genera en cada partido es increíble. Se me acaban los adjetivos para describir partido tras partido lo que allí se vive, debe ser que soy muy impresionable. La afición está sabiendo responder a la llamada de un sueño histórico para el equipo, para la ciudad, para todos y cada uno de la gran familia albinegra. Después de inundar el campo de papelillos albinegros dio comienzo el partido. Y con él, las taquicardias.

Porque en el partido todo fue tensión. A cada jugada, a cada ocasión, a cada balón, se sufría y se disfrutaba a partes iguales. Pero sobre todo los últimos quince minutos, quince minutos de locura provocada por los nervios, la ansiedad, el reloj que seguía corriendo implacable en contra, certificando un empate para algunos malo, para otros no tan malo. Y es que este partido ha dividido todo y a todo el mundo. Este partido ha abierto dos corrientes de opinión distintas.

Tras acabar, la gente se debatía entre dos posturas. Aquellos que se mentalizaban para pasar otro año más en Segunda, agradeciendo, eso sí, este año de ilusión a los futbolistas. Otros, los menos, se agarran al clavo ardiendo de seguir dependiendo de los de abajo. Las cuentas pasan, de nuevo, por Irún. Allí se jugará el ascenso el Hércules en una intensísima última jornada, ansiedad hasta última hora. Pero hay fe, y si no lo creen, acuérdense de El Collao, ya que si a Carlos Carmona no le da por ir a presionar ese balón como un loco, hoy no estaríamos aquí. Sólo hay que seguir presionando hasta el final”.

Seguimos vivos, todavía hay esperanzas y la fe nos tiene que durar hasta el final
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