viernes. 26.04.2024
Se avecinaba tormenta en la parroquia albinegra si no se lograba la victoria ante el Melilla tras el último descalabro ante la Hoya Lorca. Bajo un sol espléndido, al abrigo de las fiestas de Cartaginesesy Romanos, saltaba el Cartagena a su particular circo romano, con una grada expectante. Ambiente de ultimátum a  un proyecto que ilusionó a la masa social pero que zozobra en este inicio de curso en lo deportivo y en lo institucional.

Durante el transcurso del partido el público mantuvo el pulgar hacia arriba ante el buen dictado de los albinegros. Poco a poco, gracias a un juego de relativa vistosidad, los jugadores fueron apagando el fuego de alrededor con el que llegaban al partido, molestala afición por las nefastas sensaciones de semanas atrás. Solo la idea de no pelear por el ascenso a final de temporada genera pavor en el aficionado cartagenerista, lo que desemboca en un nerviosismo desmedido cuando ni siquiera se ha entrado en el mes de octubre y las diferencias en la clasificación aún son insignificantes.

A las incongruencias institucionales, difusa la cabeza del cuerpo técnico, con Simón Ruiz de apagafuegos en la sala de prensa y Ribas (padre) en Uruguay arreglando diferentes papeles, se unió en la mañana de este domingo 21 de septiembre la mala fortuna. Hasta cinco ocasiones claras tuvo el Cartagena en la primera parte y sin embargo se fue con el marcador en contra. Un mazazo que la afición asumió con entereza, despidiendo a los suyos con una ovación. Otra vez esos últimos minutos que, como los comienzos de partido, suelen traer de cabeza al Cartagena en los últimos años sin una razón lógica.

A diferencia de jornadas atrás, el equipo si demostró corazón cuando el cuerpo empezó a fallarle tras el desgaste físico de los primeros sesenta minutos. Carlos Martínez empataba el encuentro cuando más dominaba el Melilla. Los norteafricanos, empequeñecidos en el coliseo cartagenerista, sacaron petróleo de una de sus escasas llegadas a la portería de Limones en la segunda mitad y sembraba de oscuridad a una plantilla que hoy sí mereció mejor suerte.

Cuando agonizaba el partido, Gato levantó de sus asientos con un latigazo espectacular a un público que sigue sin engancharse al proyecto de Sporto (de nuevo apenas 3000 personas). Ni siquiera las fiestas de la ciudad animaron al abonado a asomarse por el Cartagonova. Cuando rumiaba el respetable una nueva derrota, injusta por lo visto en el campo, el golazo del extremo granadino alimentó la esperanza a una afición que se entrega con poco que se le ofrezca. 

No llega esa ansiada victoria, pero al menos parece que, por lo visto ante el Melilla, el equipo albinegro ya divisa la pista de despegue que le permita desplegar alas y comenzar su vuelo hacia los puestos de ascenso. Paciencia que nadie logra nada en septiembre.

Sensaciones encontradas en el empate ante el Melilla
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