miércoles. 15.05.2024

La autocrítica

Un artículo de opinión de CARLOS SÁNCHEZ (@charlidsg) "Internamente tenemos nuestro análisis sobre lo que ocurre, pero entendemos que es mejor guardarlo para nosotros". Son palabras de Miguel Cuesta, preparador físico del Cartagena, cuando servidor le preguntaba e insistía en qué análisis hacía el cuerpo técnico de la situación, tras el partido...

Un artículo de opinión de

CARLOS SÁNCHEZ (@charlidsg)

"Internamente tenemos nuestro análisis sobre lo que ocurre, pero entendemos que es mejor guardarlo para nosotros". Son palabras de Miguel Cuesta, preparador físico del Cartagena, cuando servidor le preguntaba e insistía en qué análisis hacía el cuerpo técnico de la situación, tras el partido ante el Cádiz. Cuesta reiteraba que el trabajo del cuerpo técnico estaba siendo bueno, que los jugadores se estaban empleando a fondo, y que tarde o temprano llegarán los frutos a ese buen trabajo. Pero 16 jornadas son ya muchas. Por lo menos, suficientes como para echarle la culpa a los pequeños detalles de los males del Cartagena.

Este problema tiene como raíz la ausencia de un portavoz autorizado - mejor dicho, del portavoz autorizado, de Julio Ribas - en el cuerpo técnico del club albinegro. Las decisiones las toma el uruguayo, y quien mejor puede explicarlas es el propio uruguayo. Tanto Simón Ruiz como el propio Cuesta se han limitado, con más o menos simpatía y/o amenidad, a repetir que todo estaba bien, que se trabajaba bien, que la culpa es del cha cha cha.

Pero tras el partido del Cádiz, ya es demasiado evidente que algo no funciona, y el diagnóstico que muchos hemos hecho desde hace tiempo parece cumplirse con el paso de las jornadas: el problema está en el banquillo. Por lo que sea, por las circunstancias, o porque Ribas no haya conseguido tomarle el pulso a la 2ªB, el Cartagena es un equipo a la deriva, sin la dirección correcta y sin la capacidad de corregir defectos sobre la marcha. Es una rémora que se lleva arrastrando desde el principio.

Si a eso le añadimos la ausencia de autocrítica pública es normal que la paciencia del aficionado se colme. Lo que está claro es que ya no valen paños calientes. "El trabajo dará sus frutos" o "los jugadores lo dan todo" o "solo llevamos dos derrotas" son discursos que ya no cuelan. El equipo no juega a nada y no está sacando los resultados que debería, conforme a la entidad del club y a las aspiraciones finales. Estaría bien que todos supiéramos que el cuerpo técnico, en la intimidad, reconoce que algo debe ir mal, sobre todo porque ese es el primer paso para poner soluciones encima de la mesa.

La autocrítica
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