19 de mayo de 2014, 22:45
Nos hemos llevado un chasco. Y gordo. El Avilés lo hizo todo tan fácil en el Cartagonova, le rodaron tan bien las cosas y al Cartagena, tan mal, que muy pocos antes del inicio del partido del domingo podían sospechar que el primer match de la fase de ascenso a Segunda acabase con un marcador de 1-3. Estos guarismos son dinamita pura para romper en mil trozos el puente de subida a Segunda que se ha ido construyendo con constancia desde agosto.
Los protagonistas saben que quedan al menos 90 minutos a disputar en Asturias -si se repitiese el resultado del pasado domingo habría que jugar 120- y por eso ni los ganadores del primer partido lanzan campanas al vuelo. Tevenet ya dijo en caliente tras el aguijón recibido que ni su equipo ni él arrojan la toalla y que se lo van a poner difícil al rival. Son palabras normales, clásicas de estímulo después del descalabro pero si algo de bueno tiene este puñetero fútbol es que en él puede ocurrir todo.
El Cartagena se pide una proeza. Una hazaña. Un sueño de Príncipe Azul, casi un imposible, pero los optimistas (ahora es muy fácil ser derrotista) se apoyan en que los resultados increíbles se dan. Hay una semana escasa para que Tevenet trabaje en paz, blindándose de algunas críticas feroces -creo que injustas- y que pueda inculcar en su gente que un equipo que ha sido capaz de resolver tres eliminatorias en la Copa del Rey, dos de ellas fuera de casa, tiene crédito para afrontar la batalla de domingo 25 en el 'Suárez Puerta'.
