30 de enero de 2011, 1:00
El hecho de perder no es lo que más me turba, sino la forma en que se ha producido por tres veces seguidas. En las tres ocasiones la actitud del equipo ha sido, como mínimo, decepcionante. No ha habido presión alguna en la parte de arriba, tampoco en el centro y, atrás, casi todos los goles han llegado mediando un previo regalo en forma de mala colocación o pase a la espalda de la defensa que ni los centrales ni Kiko Casilla supieron solventar.
Ocurrió en Vallecas y desde luego parecía hasta lógico y plenamente asumible. Se repitió con el Celta, descalabro incluido, y hasta los despedimos con una sonora ovación, reconociendo la superioridad de los gallegos. Pero nos ha ocurrido por tercera vez y ésta ya duele demasiado, porque encajar nueve goles en tres partidos (dos de ellos en casa) es, simplemente, una señal de alarma.
Y, además, ocurre que a pesar de estar 20 minutos de la segunda parte con un jugador más, da la sensación de que podíamos haber seguido dos días colgando ese tipo de centros que jamás hubiéramos acertado. Ni un grito de aliento desde el propio campo, ni una mínima reacción de orgullo de los jugadores.
Personalmente, no entiendo que gente como Longás, Lafuente, Toni Moral u otros muchos se empeñen en parecer mucho peores de lo que realmente son. Así como tampoco entiendo que jugadores como Cygan, Víctor o Mariano bajen la guardia de forma estrepitosa al mismo tiempo y vuelvan a tener el día tonto de forma conjunta. ¿No se ha trabajado durante este mes nada de esto para evitar que la empanada aparezca precisamente a las 18h de cada sábado? ¿acaso no son los jugadores conscientes de la importancia de la empresa en la que están embarcados? Señores, por favor, reaccionen.
Insisto en que el cómputo global es bueno y que quizá para el miércoles ya sólo me ilusione el nuevo partido con el Elche, pero esto es fútbol profesional y el entrenador y los jugadores tienen que agotar todas las fórmulas posibles para, caso de perder, se haga con toda la dignidad posible.
Ocurrió en Vallecas y desde luego parecía hasta lógico y plenamente asumible. Se repitió con el Celta, descalabro incluido, y hasta los despedimos con una sonora ovación, reconociendo la superioridad de los gallegos. Pero nos ha ocurrido por tercera vez y ésta ya duele demasiado, porque encajar nueve goles en tres partidos (dos de ellos en casa) es, simplemente, una señal de alarma.
Y, además, ocurre que a pesar de estar 20 minutos de la segunda parte con un jugador más, da la sensación de que podíamos haber seguido dos días colgando ese tipo de centros que jamás hubiéramos acertado. Ni un grito de aliento desde el propio campo, ni una mínima reacción de orgullo de los jugadores.
Personalmente, no entiendo que gente como Longás, Lafuente, Toni Moral u otros muchos se empeñen en parecer mucho peores de lo que realmente son. Así como tampoco entiendo que jugadores como Cygan, Víctor o Mariano bajen la guardia de forma estrepitosa al mismo tiempo y vuelvan a tener el día tonto de forma conjunta. ¿No se ha trabajado durante este mes nada de esto para evitar que la empanada aparezca precisamente a las 18h de cada sábado? ¿acaso no son los jugadores conscientes de la importancia de la empresa en la que están embarcados? Señores, por favor, reaccionen.
Insisto en que el cómputo global es bueno y que quizá para el miércoles ya sólo me ilusione el nuevo partido con el Elche, pero esto es fútbol profesional y el entrenador y los jugadores tienen que agotar todas las fórmulas posibles para, caso de perder, se haga con toda la dignidad posible.
