sábado. 27.04.2024

El Icue y…cuando “Pahiño” era objeto de irrisión

Me recuerda el Icue que hoy debiera retomar el relato que dejé apuntado la semana pasada y que él me dictó al terminar el paseo matutino: se trataba de recordar  aquel muchacho, al que llamaban “Pahíño”, y que, en la década de los cuarenta y cincuenta, se le escapó una...

Me recuerda el Icue que hoy debiera retomar el relato que dejé apuntado la semana pasada y que él me dictó al terminar el paseo matutino: se trataba de recordar  aquel muchacho, al que llamaban “Pahíño”, y que, en la década de los cuarenta y cincuenta, se le escapó una sonrisa escuchando al dirigente federativo, general Zamalloa, arengar a los jugadores de la Selección Española con este bramido grandiosamente cargado de testosterona: “Y ya sabéis: cojones y españolía”.

El ronco bramido, distinto al “a mi Sabino que los arrollo”, retronó en los tiempos en que Di Stefano fumaba en los vestuarios después de los partidos, las anfetaminas se tomaban impunemente para estudiar o darle patadas al balón y nuestro futbolista, el tal “Pahíño”, era objeto de irrisión porque leía autores tan sospechosos como el pro-republicano Hemingway y a los soviéticos León Tolstoi y FiódorDostoievski. Eran tiempos de tristeza sí, pero distinta a la de Cristiano. Eran tiempos de fabada en la pensión, con tocino y todo, pensiones sin sol con pretenciosas mesas de mármol y lapiceros atados a la mesa central de los bancos. Eran tiempos en los que los espías surgían del frío en ese Madrid de posguerra pintado en gris. Eran tiempos de los tres terrones de azúcar en el café y de los recitales poéticos de un joven poeta malagueño y maestro de periodistas llamado Manuel Alcántara. Eran tiempos de censura, de censura vestida de negro. Tiempos de cartas, de juego, de personajes con más de tres vidas y del  Real Madrid de los Alonso, Oliva, Muñoz, Molowny, Cabrera y Manuel Fernández Fernández, “Pahíño” (San Paio de Navia, Galicia, 1923, Madrid 2012).

“¡Qué se puede esperar de un futbolista que lee a Tolstoi y a Dostoievski!”,sentenció la preclara mente de aquel periodista del diario Arriba.
Lo que se pudo esperar de un futbolista con criterio y delantero centro lector de libros prohibidos adquiridos a través de un “conseguidor”, amigo regente de un quiosco en las Ramblas barcelonesas, por medio del estraperlo o en sus giras deportivas por Sudamérica, fue no tener que agachar la cabeza ante nadie, ser fuerte, rápido, rematador con las dos piernas, certero en el juego aéreo y presentarse en condiciones de discutirle a Telmo Zarra el puesto de delantero centro en la selección española y no poder hacerlo porque le penalizó lo que a ojos del régimensemejaba rebeldía: adentrarse, para divertirse, en la hondura de los problemas existenciales planteados por la sociedad y reflejados en los libros.
Lo que se pudo esperar de este ariete de San Pelayo, “pájaro muy veloz”, rara avis en tiempos oscuros, republicano, lector de Tolstoi y goleador, es que no emigrase, que permaneciese en su país, fiel a sus querencias, a sus creencias para ser punto de referencia esencial en la historia de los estadios, en la historia de la honestidad y en la historia del coraje.

Lo que se esperó es que siguiese siendo persona y jugador muy lúcido, alejado de vanidades, celebraciones y compadreos, reacio a los oropeles y amante del  silencio. Sentirse un personaje incómodo,quedar marcado como elemento sospechoso, a raíz de esbozar una carcajada irónica, y señalado como el futbolista rojode sonrisa burlona y lector de los rusos que: “Me impidieron ir al Mundial de Brasil en 1950. Te lo tenías que tragar y había que tener influencias para que además no te pasara nada”.

Todo lo anterior le hicieron chocar con el mundo real: padecía la funesta manía de pensar y la aún más funesta poca habilidad de no saber disimularlo. El rumor, se pregonaba que leía, acabó saliendo del vestuario y la prensa oficial, prácticamente toda, se aplicó en exhibir públicamente las “rarezas” del Pahíño.

Andando el tiempo, Pahíño recordó que “veía las cosas de forma diferente a mucha gente y expresarlo era complicado. Mucha gente lo pasó mal por ello porque la actitud de la sociedad, exhibida por los dirigentes, futbolistas y técnicos del fútbol, no era correcta”.

Fue en Granada, último equipo de su vida deportiva. Había cometido una falta y el árbitro corrió hacia él como una flecha con la tarjeta en la mano. Pahíño le paró en seco y con dignidadle dijo: “Usted y el fútbol os vais a tomar vientos”. Y se marchó al vestuario para siempre, tan orgulloso como don Rodrigo en la horca.

Hay una frase suya fulgurante: “Gocé del peor de los amores”, el amor propio”. Y todavía la afición madridista sigue recordando, sonando por  Chamartín, aquel romance de épocarecordatorio de este “pájaro veloz” intelectual:“Ponen al público en pie / los centros de Joseíto, / pero cuando la emoción / se pone el alma en un hilo / es cuando empalma un trallazo / sobre la marcha Pahíño”. ¡Ay, ay, ay!

Pedro-Roberto J.P. En un “Rincón para Doce”.Dies 9/19: Ante diem tertium decimum Kalendas Octobres. Nº 253.
http://lamedusapaca.blogspot.com.

El Icue y…cuando “Pahiño” era objeto de irrisión
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