jueves. 02.05.2024

El Icue y…el delirio persecutorio de un tal Pino Zamorano

El Icue, erre que erre, sigue pensando que lo de Pino Zamorano fue un esperpento, algo picaresco y, viendo como se están desarrollando los acontecimientos, tiene algo de burlesco y bufonada interesada. No me arrugo, para el Icue Alfonso Pino Zamorano, cuando arbitra, se comporta como un ser esperpéntico, pícaro,...

El Icue, erre que erre, sigue pensando que lo de Pino Zamorano fue un esperpento, algo picaresco y, viendo como se están desarrollando los acontecimientos, tiene algo de burlesco y bufonada interesada. No me arrugo, para el Icue Alfonso Pino Zamorano, cuando arbitra, se comporta como un ser esperpéntico, pícaro, burlón y bufón con delirio persecutorio:
 
Esperpéntico porque el sábado consiguió, como diría Valle Inclán, deformar los hechos que él dice vio en ese espejo en el que aparece su cara deformada por su miserable arbitraje, convertirse en un  héroe de piti-mini, zafio, feo, ridículo, de mala apariencia y mamarracho que, según María Moliner, sirve para verse reflejado en los espejos cóncavos de su propia realidad esperpéntica.

Tan esperpéntico fue este personaje en el estadio Cartagonova que intentó desvirtuar, convirtiéndola en catástrofe y cachivache de desván, la realidad de una tarde futbolística que marchaba embalsamada.

Pícaro  porque en su arbitraje se convirtió en un pícaro y hasta picarón personaje transformándose con su comportamiento en comparsa de ese patio de Monipodio que es el Comité Nacional de árbitros en el que hay hasta ciegos asistidos por asistentes que dicen tener más de dos ojos y son capaces de ver con el rabillo del ojo como aquél, de triste memoria, Juan Andújar Oliver.

Es cierto, faltaría más, que la picaresca no se inventó aquí en el Cartagonova pero sí el tal Zamorano la elevó el Sábado Santo a la categoría de sinvergonzonería, pillería, golfería, granujería picoteando de acá y de acullá siguiendo las instrucciones de doña María Moliner. 
Burlón porque, según las crónicas, no es la primera vez que este justiciero con trazos de redentorista agrario y brazos para laborar entre juncales y alcachofas hace burlas corriendo desde el centro del campo o marcando una diagonal.

La última burla de su arbitraje la consumió en el Cartagonova un sábado, llamado antes de Gloria, insultando al personal con sus pitidos y, fundamentalmente, con  la redacción y ampliación del acta siendo todo un chiste y un constante devaneo.

Bufón porque, cuando arbitra, suele disfrazarse con pañuelo bandolero de Sierra Morena, se transforma en truhán gracioso para con sus acciones, chocarrerías y bufidos hacer  reír a los poderosos y llorar a los depauperados. Tan bufonesco fue su comportamiento que, después de permanecer un tiempo casi infinito dentro del Cartagonova e inventarse historias surrealistas, salió de él y como anexo al acta se puso a escribir la siguiente bufonada:

Volvía solo a casa pasada la una de la mañana, cuando a la altura de una calle que dicen llamar “Alameda de san Antón” tenebrosa y prácticamente vacía escuché un grito a mi espalda que me estremeció: “Eh tú, árbitro, eh Alfonso”. Lo primero que pensé fue en la hinchada, en una multitud de hinchas, odiosa, enconada, revolucionaria y amotinada. Sabía, lo aprendí en la escuela de mi pueblo, aunque ustedes no lo crean si fui a la escuela, que hincha es odio, encono, enemistad.

Después, debo decir que, afrentado por mi arbitraje, se me acercó dispuesto a insultarme y/o retorcerme lengua y labios para no poder soplar nunca más y que el pito no sonara, así que apuré el paso haciéndome el longuis. “Sí tú, el que en lugar de arbitrar sopla pitos los domingos de partido, vente para aquí”, repitió la voz. Armado de valor y sopesando de reojo la vía de escape más propicia por si había que esprintar, me giré y comprobé que el reclamo venía de una mesa donde una cuadrilla de treintañeros, vestidos de blanquinegro, apuraba la penúltima copa en chanclas y bermudas.

El que hacía de portavoz sentenció: “Tú eres el Pino Zamorano, ¿a que sí? Anda, tómate un tiento con nosotros”. Con mi mejor sonrisa forzada decliné agradecido la invitación cuando de pronto, y sospecho que animado por el calor, suscitaron un encendido debate en el velador sobre si fue un corcho de botella de vino de Rioja o un real, veinticinco céntimos en moneda de antes con agujerito en medio, o un tapón de cerveza “el Azor” venido desde el Almajal y conservado en Benipila, como producto arcaico de alguna inundación, lo que abrió la cabeza por sus dos hemisferios a mi ayudante de campo valenciano y si los diarios, emisoras de radio y televisiones hablarían y escribirían mucho o poco de lo que de verdad había sucedido en el Cartagonova y que yo intento ampliar verazmente en este anexo.

PD: Se me olvidaba manifestar que en la discusión que la hinchada estaba teniendo, y en la que yo me mantuve al margen, no tenían muy claro si la cuádriga arbitral éramos unos cerdos bolcheviques o unos fachas irreconducibles y si merecía la pena  pagar un euro  treinta céntimos por ver lo que dirían los periódicos o bastaría con echarle un vistazo en el bar.

En vista de que el debate entraba en un bucle, reculé hacia una casa de socorro para que grapasen la partida cabeza de mi compañero, “el línea”. Cuando marchaba, el chico que me había llamado sugirió que algún día dejase el arbitraje y me subiese al carro del Comité arbitral. Desde el coche, y al salir pitando, le manifesté que eso no era necesario, que ya estoy en él y además muy considerado. 

Pedro-Roberto J.P. En un “Rincón para Doce”. Dies 4/11: ante diem tertium Idus Apriles.
http://lamedusapaca.blogspot.com. En Twitter: @Logrocartg.

El Icue y…el delirio persecutorio de un tal Pino Zamorano
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