En ese juego también participan de modo directo o indirecto, y ponen su ilusión particular miles o millones de personas. A la postre, la alegría del triunfo es para todos, como también lo es la tristeza del fracaso.
Cuando se pierde un partido porque se juega mal o el contrario es superior sencillamente se acepta. Se entiende, se comprende, y se intenta poner medios para mejorar. Es una derrota sin dolor, que entristece y nada más.
Cuando se pierde un partido y el contrario es muy inferior, solo por un factor suerte, o por uno o varios errores arbitrales la situación es diferente. Aquí ya se habla de una derrota con dolor, con indignación, con rabia... Es una derrota que se sufre durante varios días o incluso, varias semanas, o incluso varios años, como ha sucedido con la derrota ante el Córdoba, aquella triste noche del frustrado ascenso a segunda división.
Este año empezamos muy mal, pero pasadas unas semanas, se triunfó en Gerona y se le ganó al Deportivo. De repente, pasamos de la pesadumbre a la alegría y al optimismo. En plena euforia vino el partido con el Murcia...
En nuestro estadio sencillamente parece existir un maleficio. Lo mismo que la noche del Córdoba y la tarde del Vecindario, la fatalidad quiso que dos jugadas a balón parado destrozasen toda la ilusión del equipo y de los asistentes.
Desde esa mañana los jugadores perdieron todo lo que les hizo ganar al Deportivo, aunque a decir verdad se han recuperado bastante. De haber ganado el partido contra el Murcia ahora estaríamos en mitad de la tabla.
Ahora tenemos otra oportunidad. Este sábado 10 si ganamos a la UD Las Palmas podríamos quedar fuera de la zona de descenso. Sólo hace falta una cosa: ¡Debemos jugar con la misma ilusión, con las mismas ganas y con el mismo coraje que lo hicimos en la noche del Depor!
¡Que el Señor nos obsequie con la suerte que nos faltó contra el Córdoba, contra el Vecindario, y ahora contra el Real Murcia!
¡Adelante Efesé!
