miércoles. 01.05.2024
Jotaefe | Dibujante

¡Viva Cartagena!

No obstante, aún se utiliza, como se puede comprobar en el artículo de D. Gregorio Peces-Barba, uno de los padres de nuestra Constitución,: http://www.elpais.com/articulo/opinion/compendio/errores/enganos/elpepiopi/20090829elpepiopi_5/TesPara aquellos que lo desconozcan, resumiré que el origen está en que un tenor, cuyo nombre se omite piadosamente, estaba interpretando en un teatro de nuestra ciudad...
No obstante, aún se utiliza, como se puede comprobar en el artículo de D. Gregorio Peces-Barba, uno de los padres de nuestra Constitución,: http://www.elpais.com/articulo/opinion/compendio/errores/enganos/elpepiopi/20090829elpepiopi_5/Tes

Para aquellos que lo desconozcan, resumiré que el origen está en que un tenor, cuyo nombre se omite piadosamente, estaba interpretando en un teatro de nuestra ciudad la ópera “Marina”, cuando al dar un do de pecho le salió un pequeño gallo. El respetable estaba iniciando el inevitable abucheo cuando el cantante, rápido de reflejos, gritó “¡Viva Cartagena!”. La concurrencia, no tuvo otra alternativa que ovacionarle, tanto por su ingenio como porque el abucheo habría estado entonces dirigido al nombre de nuestra patria chica. Desde entonces se utiliza, dentro del habla en español, el término de “lanzar un ¡Viva Cartagena!” como un recurso fácil o hábil para salir de una situación comprometida.

Bien, hasta aquí la anécdota, que me sirve para referirme a la camiseta a rayas blanquinegras que representa, no solo ya futbolísticamente, a nuestra tierra. Aquellos que la visten están representando y defendiendo al Cartagena y a Cartagena. Aquellos que la sudan, se enorgullecen de ella y la muestran cuando marcan un gol o alcanzan un triunfo, están proclamando simbólicamente “Viva Cartagena”.

Me dolió y sentí vergüenza ajena el domingo pasado cuando un reducido número de espectadores (me resisto a escribir aficionados) abucheó a Tato al retirarse para ser sustituido por un compañero. Me da igual que hubiese soltado antes un gallo, como aquel tenor; o un gallinero entero… ¡me da lo mismo!. Llevaba los colores del Cartagena, y los había peleado y defendido lo mejor que pudo, como hace siempre, tanto cuando da el do de pecho como cuando no lo alcanza. Y lo que merecía era el aplauso de los allí presentes, al menos los nuestros, los de la gente del Efesé. Y si estuviera uno muy en desacuerdo, como máximo, un respetuoso silencio. Pero nunca, NUNCA, pitos y abucheos a alguien con la elástica albinegra. Nunca a alguien que lleva enfundados unos colores que van proclamando continuamente “Viva Cartagena”.

Algo que hago extensivo, por supuesto, a cualquier jugador de cualquier deporte, con cualquier tipo de camiseta, a rayas, lisa, blanquinegra o carmesí (por cierto ¿saben que existe el color Cartagena?), siempre que actúe en presentación de nuestra tierra.

Todos estamos satisfechos del último lleno frente al Numancia, porque el equipo y la afición se han reencontrado definitivamente. Es de desear y de esperar que en los próximos partidos se repitan los llenos.

Pero, aunque el lleno no sea al ciento por ciento, si se quedan vacíos los 30 ó 40 asientos de los que van a silbar y abuchear a nuestros jugadores, a nuestros colores… nadie los va a echar de menos. Al menos yo no.

¡Viva Cartagena!

¡Viva Cartagena!
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