sábado. 27.04.2024
LA FAROLA DEL LAGO

¡Y... se acabó la ilusión!

LORENZO VERGARA PAGÁN (LOREN)  Para escribir este artículo, (historia) me lo he pensado mucho. ¿Es procedente? ¿merecerá la pena? no lo sé, lo cierto es que nadie me obliga a escribirlo, si lo hago, es porque pienso que, en esta "historia” se verán reflejadas muchas personas, que por unas u otras...

LORENZO VERGARA PAGÁN (LOREN) 


Para escribir este artículo, (historia) me lo he pensado mucho. ¿Es procedente? ¿merecerá la pena? no lo sé, lo cierto es que nadie me obliga a escribirlo, si lo hago, es porque pienso que, en esta "historia” se verán reflejadas muchas personas, que por unas u otras razones, vivimos el "drama” de criarnos sin padre, por culpa de una infame guerra civil, (incivil dicen algunos) ¡no se asusten! no les voy a hablar de política, no es mi fuerte, ni es tema que domine o me guste. Solo quiero aprovechar esta columna, para contar unos hechos que, marcaron de alguna manera una etapa de mi vida. 

Éramos dos jóvenes futbolistas, todavía en edad juvenil, nuestro único sueño era jugar al fútbol, y seguir a nuestro Cartagena FC, en el que esperábamos llegar a jugar algún día. Entrenábamos y jugábamos en el mismo equipo, además en nuestras vidas existía cierto paralelismo, pues nuestra amistad venía desde muy pequeños, y éramos los clásicos niños que, para entrar los domingos al fútbol nos poníamos en la puerta, para que alguien nos agarrara de la mano y nos pasara. Un día mi amigo, (ya fallecido) me dice…Loren mi padre huyó a Francia cuando la guerra, y nos  escribe cartas a mi madre y a mí. Mi madre no sabe escribir, y yo pues…se muy poco y no tengo ganas de hacerlo, ¿querrías tu leerlas y contestarlas? Les aseguro que me lo pensé mucho.
 
El asunto era muy delicado, pues yo estaba exactamente en las mismas condiciones que él, mi padre había sido militar de carrera, y al degradarlo, su vida cambio el rumbo hasta desaparecer. Y todo por el mismo motivo ¡la maldita guerra! Créanme ustedes, pese a ser yo uno de los miles y miles de los niños que, por una u otra causa, nos criamos sin padre en la postguerra, nada de lo que escriba lo haré desde el rencor, pues mi abuela, (mi eterna mamá Concha) con la que me crié, aparte de cariño, supo inculcarme que no guardara rencor, pues este solo sirve para hacerte daño y nublarte la vida. Al final accedí a su petición, y le dije que me trajera las cartas de su padre para leerlas. Inmediatamente, me di cuenta de que el padre era un hombre bastante instruido, su caligrafía era muy bonita, y las cartas estaban escritas con gran coherencia, en todas se denotaba una dosis de cariño hacia su hijo (al que no conocía) muy grande. Me planteé como contestarle, y al final, ni corto ni perezoso, me transformé en su hijo.

Fue tremendo, rápidamente se estableció una simbiosis entre nosotros increíble. Mi amigo se limitaba a darme las cartas para que yo las contestara, apenas hacia caso de las que le leía, hasta el punto que desistí de hacerlo, y me dediqué yo solo a mi "padre”. En cada carta que le escribía, le transmitía todo mi cariño guardado tanto tiempo, le hablaba de mi dedicación al futbol, de mis estudios, de mis amigos, de  todo lo que me acontecía, y él me contestaba en el mismo tono, me decía que había formado una nueva familia, pero que nunca había dejado de pensar en su hijo y en su esposa, y que desde la lejanía les había ayudado económicamente todo lo que pudo. Fueron cuatro años maravillosos, en los que me sentí muy  feliz. Estaba deseando ver a mi amigo, para que me diera la carta semanal de "mi padre”, leerla, y contarle a mi vez mis progresos en la vida. No quería pensar que aquello tenía que acabar, me daba terror, por mí y por no hacer sufrir a "mi padre”. 

Un día, mi amigo me dijo que iba a casarse, y aquello fue el preludio de lo que yo tanto temía. Naturalmente, tuve que comunicárselo a "mi padre”. Lo hice con la mayor delicadeza de que fui capaz, pero con un fondo de tristeza, pues yo sabía que se acercaba el final de mi bonita historia. Le dije la fecha de la boda, y me contestó diciendo que pagaría el viaje de novios a Madrid, donde se verían y les llevaría un regalo, y la alegría de poder abrazarlo. Pese a que yo había preparado a mi amigo, para que, en el encuentro con su padre, supiera datos que habíamos intercambiado en nuestras cartas, era muy difícil que, en dos días  "mi padre” no se diera cuenta de que "algo” no cuadraba y… ¡no me equivoqué!. 

Cuando volvió mi amigo del viaje de bodas, le pregunté qué tal había resultado todo, me contestó que  su padre les regaló un reloj de oro a cada uno, pero en el fondo de su conversación conmigo, adiviné que algo había ocurrido, y en efecto, así fue. Ya no volvió a recibir carta alguna de "mi padre” ¡Y…SE ACABÓ LA ILUSÍÓN!

Como habrán observado mis lectores, todo el artículo está escrito en primera persona, y es muy poco lo que hablo de fútbol (permítaseme la licencia) pese a que, este deporte fue el que nos unió a los dos amigos, pero…aunque con muchas dudas, (como ya he referido) toda mi vida he llevado esta historia en la cabeza, y de alguna manera, esta era una ocasión para contarla. Quizá alguno de ustedes se vea reflejado en este artículo, aunque naturalmente por otros motivos.

No quiero que pueda quedar la duda de que mi infancia pudo ser triste, ¡todo lo contrario! Gracias al cariño de mi madre, de mi abuela y mis tíos, y por supuesto de mis amigos "los icues”. Esa época la guardo 
en mi interior como un tesoro, y como saben ustedes siempre que puedo me refiero a ella. Una vez más muchísimas gracias a mis lectores.

PD. Este articulo se lo dedico a mis hijos.

¡Y... se acabó la ilusión!
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