viernes. 26.04.2024
Pedro-Roberto J.P. hoy en Villamediana de Iregua.

Y Babia, ¿existe?

Abandono temporalmente estas calurosas tierras y me desplazo, cual trashumante, a los prados frescos del norte a oxigenarme y completar mis fuerzas remozadas con el sol marmenoreño para cuando llegue la temporada de verdad y no estos bolos que, siendo necesarios, no aportan absolutamente nada y, en la mayoría de...
Abandono temporalmente estas calurosas tierras y me desplazo, cual trashumante, a los prados frescos del norte a oxigenarme y completar mis fuerzas remozadas con el sol marmenoreño para cuando llegue la temporada de verdad y no estos bolos que, siendo necesarios, no aportan absolutamente nada y, en la mayoría de los casos, son una pequeña estafa, no económica sino de ilusión.

Lo hago con una comezón en todo mi cuerpo al comprobar las distintas versiones que solemos ofrecer, los escritores-articulistas, a nuestros queridos lectores sobre lo acontecido del reciente pasado futbolístico.

A lo largo de todo el verano no he podido comprobar si nuestro, vuestro, suyo Cartagena SAD no ascendió a la División de las estrellas por los productos facturados, etiquetados y comercializados en la “fábrica de caprichos JIM”.

De la misma manera me he enterado, o lo he soñado, que puede ser que no estemos instalados en la pretemporada de La Primera por la falta de profesionalidad de nuestros jugadores o, porque fallaron los fichajes en el mercado de invierno, o porque se “atoraron” de balón, o porque les faltó carburante o porque los conjuros realizados en los finales días del mes de abril y en torno a una buena mesa, después de acordar las primas con el Gran Mecenas, en Cabo de Palos, y en el Asador Argentino, donde invitados a unas buenas carnes los futbolistas juraron alcanzar las estrellas para llevar a cabo eso, ya pasado de moda, de la unión hace la fuerza.

Si, casualmente, fue porque TODO, absolutamente TODO el FC Cartagena se instaló en ese valle paradisíaco de Babia, allá donde los reyes del antiguo reino de León se refugiaban horacianamente para desentenderse de responsabilidades y fatigas.

O, acaso, no se alcanzó porque se aposentaron en Villafeliz, Villafeliz de Babia, un pueblito regado por el río Luna y de poco más de cuarenta habitantes en el que, al final de temporada, me encontré con la siguiente señalética popular y de honda raigambre celtibérica afectando a nuestros futbolistas: Prohibida la entrada a todo pariente y a toda persona no enviada por ellos. FEF y LFP.

O es que interpretaron, como mandan en este nuestro reino, correctamente el mandato de prohibida la entrada a estas dependencias de alta alcurnia futbolera a toda persona ajena a la costumbre liguera tradicional.

O más bien, no se alcanzaron los objetivos por falta de ganas, de deseo, de interés, de motivación al producirles descontento interno y sufrimiento vital.

O fue acaso por esa ración de prepotencia sociológica de los contrarios al considerarnos unos “intrusos”.

No, por intrusos no. Intrusismo es querer meter la cabeza en una situación social, lugar, profesión, gremio sin tener, por no haberlos adquiridos, los conocimientos necesarios para el perfecto desempeño. Y los nuestros no fueron intrusos, fueron deportistas capacitados que no alcanzaron el lugar de privilegio al que aspiraban por el desarrollo normal de la competición y alguna bagatela arbitral.

Si alguien pudo considerarnos extraños que esperen, nosotros lo hacemos, en el quicio de la puerta, vivitos, coleando y preparados para ver pasar el cadáver del enemigo deportivo por delante de nuestra casa y, ésta es muy grande y con aldabas.

Pues nada, colegas, harto y desde mi Babia querida, que tengan ustedes un buen día y mejor asiático. Yo, ya les digo, estaré en Babia para lo que haya menester. Como un vasallo.

Adiós, y ya saben, no tengan miedo.

Pedro-Roberto J.P. hoy en Villamediana de Iregua. Dies8/10: ante diem quartum Idus Augustas.

Y Babia, ¿existe?
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