sábado. 27.04.2024
ERA EL LOTERO MÁS CARISMÁTICO DE CARTAGENA Y TENÍA 76 AÑOS

Antoñico ‘el Nano’ se va trabajando hasta el final, por sorpresa y para siempre

Antoñico ‘El Nano’, el lotero más carismático de Cartagena -se llamaba Antonio García Miqueo-  fallecía esta mañana del jueves 4 de enero por sorpresa, a la edad de 76 años. Antonio era, ha sido, de los personajes más entrañables que ha dado la ciudad en las últimas décadas. Cartagenero, nacido en el barrio de Santa Lucía que siempre lo llevaba a gala, vivió durante una gran parte de su vida en el hotel Manolo, de San Antón, donde era uno más de la familia. Antoñico ha trabajado hasta el último suspiro de su vida, de hecho a finales de años muchos estuvimos compartiendo bromas con él en algunos de los restaurantes emblemáticos que visitaba “para meterles el décimo en el bolsillo”, decía con su gracia impagable.

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Antoññico 'El Lotero' en una imagen del archivo municipal de Cartagena

Antonio ‘el Lotero’, conocido también de forma popular y cariñosa como ‘el Nano’ apareció muerto esta mañana del jueves en la habitación que ocupaba en el hotel Manolo y su cuerpo fue trasladado al Tanatorio Estavesa, de Cartagena, donde sabían poco, dependiendo de si habrá autopsia o no hará falta. Datos que no han trascendido como tampoco la causa del fallecimiento, aunque sí tenemos confirmado que estuvo trabajando hasta sus últimas horas, vendiendo décimos de lotería destinada a sufragar las obras de la basílica de la Patrona y el centro sanitario de la Barriada Cuatro Santos.

Era seguidor del FCF Cartagena y últimamente estaba enfadado, más bien le dolía de como marchaba el equipo. Aunque no solía ir mucho al estadio pero sí estaba al tanto de cuanto le ocurría a su Efesé, que lo sentía en sus entrañas porque le entusiasmaban las cosas de su ciudad, sus tradiciones y sus costumbres más ancestrales como la Semana Santa, de la que era un ferviente devoto de la Piedad marraja y del Cristo del Socorro y del Nazareno en el Encuentro.

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Antonio y Manuel Ángel Balaguer, grandes amigos desde siempre. La foto tiene poco tiempo, apenas un mes, sentados en plena calle y en un escalón de uno de los antiguos bancos en la calle Mayor

Él siempre estaba ahí porque era pequeño de estatura pero muy grande en todo lo demás. Tenía familia, un hermano que sepamos, con el que mantenía una buena relación porque era imposible no querer a Antoñico.

Ha sido Noelia Arroyo, alcaldesa de Cartagena, quien a través de las redes sociales propias, quién se encargó de darle oficialidad a una noticia tan triste como su fallecimiento, tan sorprendente como imprevisto. Antonio conocía a Cartagena entera si se puede decir así. Especialmente cariñoso con los más pequeños, detrás habría una historia para contar en un libro

Empezó muy pronto a trabajar con 10 años -nació en 1947- y lo hizo en lo que se conocía como La Mufla, una empresa del barrio dedicada entonces a piezas de cerámica, cristalería y vajillas, de dónde pasaría como ayudante del anciano señor Juan al Taller de bicicletas que entonces tenía Asensio Bueno ‘el de los taxis’, junto a su hermano Paco, muy cerca de la Iglesia de Santiago Apóstol. Pronto haría las maletas para trabajar de ‘showman’ en algunos escenarios del París más bohemio de los años sesenta. Su marcha de Santa Lucía movilizaría aquel día a todo el barrio.

Antes de dedicarse a vender leche por el barrio antiguo de El Molinete fue a su regreso, cuando se reveló como un vendedor extraordinario de lotería, primero con la ONCE y más tarde con los décimos que trataba de colarte en el bolsillo, que estaban a su altura. Antonio estuvo trabajando con su gorro y su abrigo al menos hasta el 29 de diciembre, que fue la última vez que tuvimos la suerte de disfrutarlo en uno de los restaurantes que visitaba para repartir bromas y alegrías. Hablamos un rato con él y nos dio la impresión de que gozaba de salud. Pero es evidente que no, que algo debió fallar de forma inopinada.

La hora de su sepelio se conocerá desde el Tanatorio Estavesa una vez estén más claros todos los datos. Pero la única realidad tangible es que Antoñico se nos ha ido para siempre. Pequeño de estatura pero grande, grandísimo en todo lo demás. El Ayuntamiento debería de tener para él un recuerdo imborrable en forma de calle, estatua o algo así. Merecía eso y mucho más. Ha sido y será historia de la ciudad, de su Cartagena preciosa.

Antoñico ‘el Nano’ se va trabajando hasta el final, por sorpresa y para siempre
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